CAPÍTULO 6 – Bromas entre hermanos.

Aún con los ojos cerrados podía notar la luz que entraba en la habitación, pero aún quería permanecer un rato más en la cama, al fin y al cabo, no tenía que ir a trabajar, a causa de aquella nueva situación que Olivares quería investigar por su cuenta.

Me levanté de la cama, cuando apenas eran las diez, y caminé por el pasillo hacia el salón, arrastrando los pies al andar, con desgana, percatándome de que la habitación de invitados estaba abierta y que se escuchaba la ducha del baño. Seguramente mi hermano se estaba dando una ducha.

Me encaminé hacia la cocina, abrí el mueble de la despensa y agarré la caja de cereales, sacudiéndola un poco, dándome cuenta de que me quedaban pocos, debía ir a hacer la compra pronto.

Llamaron a la puerta con insistencia, haciendo que saliese de mis pensamientos y mirase hacia ella, al mismo tiempo que mi perro ladraba con fuerza.

Dejé la caja de cereales sobre la encimera de la cocina, me di la vuelta y caminé a paso ligero hacia la puerta, pues quien sea que fuese no dejaba de pulsar el timbre, y este sonaba como loco.

Abrí la puerta, cabreada, sin tan siquiera mirar por la mirilla, descubriendo frente a mí al gilipollas de turno.

Llevaba unos jeans y su famosa camisa de cuadros azul y blanca, entre abierta. Tenía la mano metida en el bolsillo y me miraba con aquella pose chula que tanto le caracterizaba. Miré hacia él con cara de pocos amigos.

  • ¿qué es lo que quieres? – Pregunté, molesta, mientras él ensanchaba su sonrisa un poco más.
  • Toma – me dijo, mientras se sacaba del bolsillo un teléfono móvil y me lo cedía para que lo cogiese, pero no lo hice, tan sólo me quedé allí mirándole con desconfianza – está limpio, es para el trabajo. – aclaró, dejando claro que había sido mandado por Olivares.
  • Vale – dije, mientras cogía el teléfono y me lo guardaba en el bolsillo de la bata. Imaginé que después se marcharía, pero no lo hizo, siguió allí recorriéndome con la mirada, mientras yo me sentía incómoda de que lo hiciese - ¿quieres algo más? – pregunté, admirando como él negaba con la cabeza, y se daba la vuelta, con la intención de marcharse.

Cerré la puerta sin tan siquiera esperar a que se marchase del todo y caminé por el pasillo, de camino a la cocina, admirando como mi hermano salía del baño con la toalla puesta, y miraba hacia mí, para darme los buenos días con un beso mañanero.

  • He hecho un poco de café – me informó, mientras caminaba hacia la cocina conmigo – y he bajado a comprar el pan y hacer copia de las llaves, porque aún no sé cuánto tiempo voy a quedarme – me explicaba, mientras me daba un beso en la cabeza y se disponía a dejar la cocina. Pero antes de que lo hubiese hecho ambos miramos hacia atrás, pues de nuevo alguien llamaba al timbre, con insistencia. – desayuna tranquila, yo abro – me dijo, mientras cogía la cafetera y me echaba un poco de café sobre mi taza, al mismo tiempo que él abandonaba la cocina y se encaminaba hacia la puerta.

Agarré un poco de pan del que había comprado cortado y lo metí en la tostadora, me sentía genial con él allí, gracias a ello comería tostadas.

Se encaminó por el pasillo hacia la puerta, con aquella toalla rodeándole los bajos, mientras seguían llamando con insistencia.

La abrió sin miramientos y observó desairado a un hombre al otro lado de la puerta, que miraba hacia él algo sorprendido de encontrarle allí.

  • ¿puedo ayudarte? – Preguntó, hacia el hombre, que seguía allí, totalmente en shock, y sin atreverse a hablar si quiera. Pero tras un largo rato sin recibir respuesta, optó por volver a hablar – Ana está desayunando…

Me levanté de la mesa con el café en la mano y caminé hacia el salón, pues las tostadas aún tardarían un poco y quería saber quién era la persona que había llamado al timbre.

  • ¿quién es? – Pregunté, llegando hasta mi hermano, admirando a Kevin frente a nosotros – ya me encargo yo, vas a coger frío – le dije hacia mi hermano, admirando como este me sonreía, para luego darme un beso en la mejilla y darse la vuelta para irse a su cuarto a vestirse - ¿has olvidado decirme algo? – pregunté hacia él, admirando como él me miraba con detenimiento, parecía menos chulo en aquel momento.
  • Has tardado poco en buscar a otro que… - comenzó, intentando adivinar quién era mi hermano, pero le corté antes de que lo hubiese hecho, antes de que me hubiese hecho sentir miserable.
  • No te importa, con quien me acueste o no, no es asunto tuyo – aseguré, mientras él sonreía con ironía, intentando quitarle importancia al asunto, pues no quería mostrarse dolido frente a mí - ¿algo más?
  • Ana – me llamó mi hermano, saliendo al pasillo, haciendo que volviese la vista hacia él y dejase de prestar atención a Kevin y admirase como ya se había puesto los pantalones, aunque aún tenía su torso al descubierto - ¿tienes una plancha por ahí? Se me ha arrugado la camisa en el viaje – me informó, todo esto en español, por lo que Kevin no podía entender nada, o eso pensaba yo.
  • Está en mi habitación, debajo de la cama – le dije, para luego darme la vuelta para mirar a Kevin que miraba hacia ambos con interés. – Estoy algo ocupada ahora – le espeté, mientras cerraba un poco la puerta – si no vas a decirme nada importante… - proseguí para luego cerrarle la puerta en las narices, dejándole totalmente sorprendido por ello - ¿la has encontrado? – Pregunté hacia mi hermano, mientras caminaba hacia mi habitación, admirando como él salía de ella con la plancha en brazos.
  • ¿Quién era ese tipo? – Preguntó hacia mí, mientras caminábamos hacia su habitación – se le veía bastante molesto de ver a otro hombre en tu casa… - proseguía mientras cogía la camisa y la ponía sobre la cama, para que viese el desastre.
  • Pero para esto no necesitas la plancha – le espeté, mientras cogía la camisa – tan sólo son unas pocas arrugas, es mejor la vaporeta.
  • ¿tienes de eso? – Preguntó sorprendido, mientras me seguía hacia la habitación lavadero que había junto a la cocina.
  • Solo tienes que colgarla aquí y pasarle esto – aclaré, mientras encendía el aparato y pasaba la máquina con vapor sobre la prenda, admirando como se le quitaban las arrugas casi al instante.
  • Vaya, es maravilloso tener uno de estos en casa – reconocía, cogiendo la prenda ya planchada para admirarla mejor – voy a tener que comprarle uno de estos a María – Aseguraba, mientras yo reía divertida. María era su esposa. – Deja de reírte y suelta prenda – pidió, mientras yo perdía la sonrisa - ¿es tu novio?
  • ¿quién? – Pregunté, intentando adivinar a lo que se refería - ¿Kevin? – averigüé, mientras él asentía, al mismo tiempo que yo rompía a carcajadas, mientras él me miraba con cara de malas pulgas – ni en un millón de años saldría con un gilipollas como él.
  • ¿por qué? Es muy del estilo Luis, justo de los que te gustan a ti… - bromeaba, mientras yo le daba un manotazo, molesta, en tono broma, haciendo que él estallase en carcajadas. Me encantaba haber recuperado aquello con mi hermano, la verdad era que lo echaba de menos.
  • ¿de verdad me crees capaz de tropezar dos veces con la misma piedra? – Pregunté divertida, mientras él negaba con la cabeza, divertido.

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