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—¿Vas a volver a las oficinas? —le preguntó Tess a August ya en la noche, cuando al fin pudieron estar a solas. Habían convencido a los niños de que su madre debía descansar, y al fin se habían desprendido de ella. Todos, en fila, habían venido aquí a darle su beso de buenas noches y a desearle que pronto se mejorara, y finalmente habían salido a sus respectivas habitaciones. Ninguno lloró, pues ya les habían advertido que, si lloraban, su madre volvería a sentirse mal.

August había vuelto a ella luego de dormir a los niños y ahora acomodaba las almohadas debajo de la cabeza de Tess sin contestar a su pregunta, y ella extendió la mano a su rostro para tocarle la mejilla.

—Cariño, contéstame—. August hizo una mueca.

—No me han dado alternativas —se quejó él, y Tess sonrió toma

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