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— Se rumorea, o más bien no… ¡Se afirma!, que ha llegado otro marqués a esta ciudad — dijo Erick — Desde Alemania, pero no se sabe con qué fin ha llegado aquí a Londres.

— ¿Alemania?— preguntó Sarah a la vez que abrió un poco sus orbes azulados que tiene por ojos. Mismos que hacen bastante juego en su cara blanca de nariz respingada y boca pequeña. 

—  Sí. Según dicen, llegó solo, sin familia ni nada.

— Que raro. Un hombre a estas alturas que llegue solo, ¿es joven o viejo?

— Según mi madre, aparenta tal vez no más de treinta. 

La curiosidad empezó a crecer dentro de Sarah y en Erick también se podía decir lo mismo.

— ¿Se le conoce acaso el nombre? — preguntó ella.

—  Marqués de Wettsel. Según le escuché decir a mi madre, su nombre es Josh Altibor.

—  Interesante… ¿Cómo será él?

—  Ni idea, no lo he visto.

Ambos jóvenes seguían charlando animadamente en la sala del té. Cada uno contándose cosas de la nueva Londres, nuevos aparatos que algún profesor inventaba y cosas así, eso era lo más interesante él charla de ambos.

(…)

En las frías penumbras de su mansión, caminaba Josh por todo el sdespacho. Los rumores en todo Londres no daban ni la más mínima tregua.

¿Qué acaso un recién llegado no puede vivir en paz?

No ha tenido ni un momento de calma desde que ha pisado esa dichosa ciudad. Desde que llego ha sido blanco de las miradas chismosas, incluso ni del periódico se ha podido salvar.

Josh tomó el periódico entre sus manos y leyó con atención lo que allí se publicaba a tan alegres y curiosas voces.

En toda primera plana salía la llegada nocturna del marqués de Wettsel. Título que ni siquiera es de él, nada en su vida es de él, solo es un hombre o criatura condenada que ronda los más recónditos lugares de su vacía existencia.

—  Mi lord  — Josh se giró al ver a James, el mayordomo. Quién se asomó al oscuro despacho — Su desayuno.

Josh miró asqueado lo que el mayordomo traía en una charola de plata… ¿Plata?

— No tengo hambre — dijo sin más.

— Pero señor, desde que ha llegado usted no ha probado bocado, puede enfermar… — Josh levantó una mano. Una firme orden de que lo mandaba a callar.

— He dicho que no se me apetece nada — dijo Josh intentando sonar formal, eso aunque estaba un poco molesto y su genio a esa hora no era el mejor. 

James entendió el mensaje y se marchó cerrando la puerta de forma silenciosa.

Josh se sentó detrás de su escritorio sin hallar calma. Esto no es para nada a lo planeado. Ahora que lo pensaba hubiese sido mejor ir a Francia o España, Londres desde su llegada estaba siendo un escándalo. Y él que pensaba llegar desapercibido, casi invisible.

Tenía que intentar encajar en aquella sociedad como el supuesto marqués que era.

Y justo en el periódico halló con que familia empezar a extender negocios.

«El conde Lussac anuncia que su hija menor ya está lista para ser presentada ante la sociedad  en busca de un prometido»

(.....)

— ¿Y bien?  — preguntó Sarah mientras acomodaba su caperuza azul clara.

— Ya te he dicho que no veo nada. Y tiene bastantes guardias en sus propiedades  como para entrar más, nos sacarán a punta de plomo, niña  — dijo Erick mientras seguía alzando la mirada.

Resultó que para ambos jóvenes terminó ganando la curiosidad. No aguantaron más y decidieron montar un bloque de espionaje al nuevo marqués.  Claro, Sarah pudo ir con Erick gracias a la excusa de salir a dar una caminata por el campo.

— Se puede notar que alguien sale… ¡Agáchate Sarah!

Ambos jovencitos se agacharon para quedar ocultos tras una vieja cerca llena de maleza.

— ¿Crees que nos haya visto? — preguntó Sarah algo preocupada, no quería ser junto a lord Kensington primera plana en el periódico por andar husmeando donde no los llaman.

Su madre probablemente la encerraría de por vida si eso llegará a suceder.

— No. Va saliendo en un carruaje. Míralo — Sarah levantó la mirada y pudo ver un hombre bastante joven, el cual subió con excesivas prendas de vestir al carruaje — Gabardina a estas horas de la mañana, ¿en qué mundo vive ese hombre? 

— ¿Para dónde crees que irá?— preguntó Sarah y Erick la observó.

—  Ni idea.

El carruaje se marchó a todo galope desapareciendo por todo el camino de herradura.

Erick se puso de pie y se sacudió el polvo y las hojas de sus ropas. Ya sabía que si su madre le veía así, sería un reclamo fijo. Tendió su mano a Sarah para ayudarla a colocar de pie. Rápidamente Sarah la tomó con una sonrisa y  se colocó de pie. Sacudió igualmente la parte trasera de sus vestidos.

— A lo menos será creíble cuando digamos que andábamos por el campo —se burló Erick.

— Así es — concordó Sarah — Vamos por los caballos.

Ambos habían dejado los caballos detrás de unos árboles para que nadie se percatara de la presencia de forasteros.

Sarah subió a su caballo casi montada a horcajadas y Erick lo hizo normal. Ambos cabalgando a todo galope hasta salir a un camino de herradura.

— ¡Deténganse en nombre de la realeza! 

Al oír el grito Sarah y Erick se miraron extrañados y frenaron su paso.

Debía ser una broma.

Era el Príncipe. Nada más y nada menos el hijo del rey, estaba malherido y tendido a  una orilla del camino,  ¿Pero qué hacia allí?

Sarah de inmediato se bajó de Niebla  (Su yegua blanca) y Erick también bajó de Trouble  (Su caballo negro de paso fino)

Se acercaron al príncipe. Sarah fue quien se agachó y comprobó que estaba consciente.

— ¿Pero qué ha pasado?

El príncipe Todd miró con bastante atención la bella mujer que lo revisaba comprobando que no fuera nada grave.

— Solo ha sido un golpe. No estará de muerte — dijo Sarah — ¿Necesita ayuda para volver al palacio?

— Tal vez solo un poco  — dijo Todd sentándose en el suelo y sosteniéndose la cabeza con  ambas manos. Vaya esos bandidos si lo habían dejado inservible — Pero primero dígame quienes son ustedes aldeanos, pueblerinos o campesinos.

Sarah y Erick se miraron enarcando una ceja.

— Soy el marqués de Kensington y ella — señala a Sarah — Es la hija del Conde Lussac.

—  Oh bien. Perdonen la confusión. Entenderán que  por estos parajes solo transitan campesinos y pueblerinos.

Sarah le tendió la mano al  príncipe para que esté se colocará de pie. Este la tomó con una sonrisa y se levantó.  Sarah medio se zarandeó a causa de que aquel hombre es bastante alto y pesado y ella… Pues es algo menuda y escuálida como la llamaba su madre en varias ocasiones.

—  A lo menos no ha sido nada serio, ¿Verdad?  —  dijo Erick mientras achicaba sus ojos verdes al ver que no le agradaba nada como el Príncipe Todd miraba a Sarah.

—  Vamos al palacio. Será mejor llevarlo su majestad antes de que se empiecen a preocupar.

Erick subió en su caballo y a Sarah le tocó ir junto al príncipe. Ella delante de él y empezaron a cabalgar rumbo al  palacio.

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