2.2 Hoy por ti, mañana por mí.

Veo que abre su ventana.

— ¿Podemos hablar? — me pregunta y asiento — Bien, atrapa — me tira la escalera de cuerda, lo enganche en la pared que tiene unos ganchos.

Ya listo, Sam empieza a cruzar hasta llegar a mi cuarto.

— Habla — dispare mientras busco mi uniforme de premilitar en mi armario.

Como no dice nada gire y veo que está reuniendo todas las almohadas y peluches en un rincón de mi cama.

— ¿Qué haces? — lo mire confundida — Estas actuando raro, Sam — vuelvo hablar, camina hacia a mí y me pone en la puerta.

— Es mejor prevenir que lamentar — aconseja.

— ¡Ya!, ¿Qué sucede?, ¿Quien murió?, eh — empecé a preguntar ya obstinada.

Él se sienta en una esquina de mi cama y agacha la cabeza como si estuviera dramatizando algún teatro.

— No te molestes después de decirte esto, ¿Vale? — me mira y vuelve a bajar la cabeza.

— No me voy a molestar — dije esperando a que dijera algo.

— Bueno, no te lo he dicho pero... desde hace tres días... Verónica ha estado rara, entonces, la seguí hoy...

No deja de mirar el piso, me imagino que está muy hermosa la cerámica. Sin pensarlo dos veces y estar al borde de la paciencia total, le tiré mi zapato izquierdo.

— Deja de andar por las ramas y ve al puto punto, Samuel — dije con mi otro zapato haciendo pose de diva.

— ¡Eso dolió! — se toca la cabeza.

— Y te dolerá más si te tiró el otro — me mira.

— ¡La seguí y la vi besándose con otro tipo Rubio, que por cierto tiene más trasero que yo! — me grita y baja la cabeza, la oculta con sus manos.

Suelto mi zapato de la impresión, me acerqué y me puse de rodilla ante Sam.

— Sam... — lo llame — No seas mongólico — me mira y veo lágrimas caer por sus mejillas, lo abrace.

— Yo la quiero... No sé por qué...

Es ahí cuando.

— Maxi.

Su voz.

— Ella me engañó... me puso los cuernos…

Se rompe.

Lo abrace más fuerte.

— Esa perra me la pagará más caro que un lamborguini — se empieza a reír — ¿Qué?, crees que no soy capaz de hacerle algo a esa sifrina de quinta, ¿Eh?

Lo dejo de abrazar para ir a mi escritorio a prender la laptop.

— ¿Qué piensas hacer? — le tiro un paño para que se limpie la cara.

Ignoro su pregunta.

— Eres horroroso cuando lloras, eres una decepción para pato — nos miramos.

— Que en paz descanse — decimos a la vez.

Pato; era su gato, murió dos días después de hacernos los mejores amigos del mundo, según Sam.

Ya con la laptop prendida, entro a F******k y busco a Veronia entres mis agregados, no sé cómo la tengo agregada la verdad, en F******k toda la ciudad se tiene agregada, abro la aplicación de espiar las conversaciones de tus "amigos".

— Oh que interesante... esta tipa tienes tres tipos más — volteo pa´ mirar a Sam el cual sólo me mira sorprendido — No eres el único, Sam, uno la lleva al cine, a pasear y esas cosas cursis — hago mi cara de horror — El otro es para coger y el último son besitos y caricias — me volteo y me siento en mi escritorio cruzando mis brazos molesta — Y al parecer tú eres el banco.

Lo miro y se pone la toalla en la cabeza y así queda.

— Es que no sirves para buscar una buena chica, Sam, todas son la típica perra creída que creen que te tienen comiendo de la mano y que te pueden poner los cuernos para después hacerse la víctima y que dar con el venado — veo que no se quita la toalla, camino y recojo el zapato y se lo lanzo haciendo que él se acueste en mi cama por el buen golpe que le di.

— Max, deberías ser lanzadora de los Magallanes — opina y abro mis ojos aterrada.

— Ay Dios guarde y la virgen me proteja, amén. Te has vuelto loco, en esta habitación jamás y nunca nombres a esos marineros, ¡¿Entendiste?! — Le grité — Soy fiel a los Leones de Caracas, más respeto, Samuel.

Él se sienta y se quita la toalla, entre cierra los ojos y me mira para luego reírse.

— Si, gatita — se toca la nuca y se levanta de un salto — ¡Ah!, solo no hagas una locura — advirtió señalándome, levanto una ceja retándole.

— ¿Disculpa?, No, mi vida. Si se meten contigo, se meten conmigo, querido, así de fácil es la cosa.

Entro al baño, me baño rápido, me visto con el uniforme de premilitar, me hago una coleta y salgo buscando la gorra negra con el signo de premilitar poniéndome los zapatos deportivos en proceso.

— Solo espera y verás cómo pongo a esa tipa en su lugar, mientras tanto actúa normal, vale — niega.

— ¿Cómo crees estar segura de que te haré caso? — pregunta.

— Porque te conozco, amigo mío. Cierra la ventana y la puerta antes de irte, bye — salgo de mi cuarto y bajo las escaleras, le doy agua a Puppy y tomo las llaves de la casa. Lili me mira.

— ¿No vas a comer?

— Odio...

— El arroz chino — completa la oración.

— Me voy al restaurante de papá — miro la hora del reloj que está pegado en la pared de la sala el cual marcan las 12:40 p.m.

Bien, tengo tiempo suficiente para llegar al instituto.

Entro como siempre al restaurante pero por la puerta trasera que dirige hacia la cocina.

— ¡Jackie! — llamo entre el montón de cocineros y ayudantes de cocina, en total son 5 cocineros hombres,  3 ayudantes chicas y una sola perra cocinera, la innombrable.

— Dígame, señorita Maxi—chan — dice con su acento chino, yo sé que así no hablan los chinos sino  los japoneses pero es que si no me llamaba así no tendría trabajo y él sabe hacer comida asiática.

Lo re-adoro, él es rubio teñido, obvio, y con ojos claros y la piel pálida, bello, hasta podría decir que es coreano.

Aunque no hable muy bien el español, lo intenta.

— Quiero lo de siempre — él asiente — Para llevar — asiente otra vez — Por favor.

Sonríe para ir a preparar mi platillo ”Maxi—chan" o como yo lo llamo "EME"  que significa “El Max Explosivo”, que es un fideo con mucha carne, cochino, pollo y el ingrediente explosivo, picante, solo aptos para valientes.

Camino por el pasillo hasta el despacho de mi papá, en cuanto abro la puerta veo a la perra innombrable cerca de mi padre atrás del escrito casi por robarle un beso.

Ella me mira, sonríe y rodea el escritorio para irse. Mi padre me mira. Ella se detiene a un lado mío.

— Ha, ingenua — susurra, ruedo los ojos conteniendo mi lengua, ella se larga.

Al parecer hoy es el día de las santas perras, miro a mi papá.

— Max...

— ¿Qué hacías con esas?, ¡Exijo una explicación!— dije cerrando la puerta de un golpe, él me mira.

— No es lo que parece, Maxi, solo estábamos hablando — lo miro de lado y medio abro mi boca.

— Ajá, ¿Hablando? — fruncí el ceño, abro la puerta y salgo.

— ¡Ay, no vengas con tus berrinches, Maxi! — me grita, volteo y lo miro.

— Estás siendo un estúpido, papá, será mejor que pienses las cosas antes de embarrarlas — sigo caminando, Jackie me entrega la bolsa con el almuerzo — Arigato, Jackie — Agradezco y me voy por donde entre...

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