CAPÍTULO 4. COINCIDENCIAS

Alondra dudó, sus instintos le decían que no debía aceptar, de hecho tuvo una lucha interna entre su conciencia y su cuerpo, Pir le tomó las mejillas y comenzó acariciarla suavemente —. ¿Aceptas? —volvió a preguntar.

Ella lo observó un momento, posó la mano en su barbilla, luego la subió rozando con sus dedos su labio inferior, él le tomó los dedos y los besó uno a uno, Alondra sintió que su cuerpo ardía como brasa, sabía que era un peligroso aceptar esa invitación, pero desoyó  a su conciencia y ganó su cuerpo —Acepto ir contigo.

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Así transcurrió el resto del día, Pir no dejaba de pensar en la cita que iba a tener con Alondra esa noche, distracción que no era recomendable pues necesitaba tener sus cinco sentidos y sus instintos concentrados en lo que debía hacer. Tomó uno de los móviles desechables que tenía, marcó de una vez el número para confirmar la entrega que tenían prevista para ese  día.

—Giuseppe. Ya está todo listo, a la hora acordada se enviarán los hombres con el cargamento—informó el chico.

—Espero que no haya problema con esta entrega Pir, los jefes no están contentos últimamente—dijo el hombre con un tono malicioso.

—¿Crees que yo sí? Pues si así lo piensas, te equivocas  Giuseppe, porque yo tampoco lo estoy—expresó cortando la llamada.

No veía el día en que pudiera acabar… sus pensamientos fueron interrumpidos por otra llamada al atender era nuevamente Giuseppe —Quieren que tú personalmente te encargues de la entrega de esta noche.

—Hoy no puedo. Tengo compromisos previos que no puedo eludir—se justificó pensando en su cita con Alondra.

—¿Qué compromisos pueden ser más importante que el trabajo? —interrogó el hombre.

—Ese es un asunto que solo me concierne a mí, no estoy obligado a darle explicaciones en ese aspecto a nadie—espetó con molestia.

—Te crees indispensable, ya te veré caer Pir, y cuando eso pase te estaré esperando—amenzó el hombre con rabia.

—Entonces en ese momento nos veremos las caras Giuseppe, porque yo también te cargo entre ceja y ceja—cortó la llamada y estrelló el celular en la pared con rabia, mientras exclamaba—. ¡Maldito mafioso!

Se obligó a tranquilizarse, últimamente desde que había entrado a todo estos artilugios se alteraba con mucha facilidad, pues en ese mundo o te hacías duro y fuerte o simplemente no sobrevivías, tenía tiempo sin ver a su familia,  se moría por estar con ellos, pero no podía ponerlos en peligro, por más que había tomado previsiones para proteger su identidad, sabían que estaban tras sus pasos, era difícil llevar esa vida que había decidido algún tiempo llevar, pero nunca le había pesado tanto como ahora. 

Tomó otro de sus celulares y marcó a Manolo, su hombre de absoluta confianza, su amigo, quien sabía todo de él. Le atendió al primer repique —Manolo, esta semana no iremos con la familia, ellos me están siguiendo los pasos, no puedo arriesgarlos.

—Está bien señor Ro…—Pir lo interrumpió.

—Olvídate de eso Manolo soy Pir Roldán—le dijo con firmeza.

—Lo siento, pensé que como solo estábamos tú y yo—expresó el hombre con preocupación.

—Nunca sabes quién puede estar vigilando. Otra cosa, busca a los muchachos, lleva dos camionetas con gente de seguridad para que nos brinden protección.

—¿A quiénes? —interrogó su guardaespaldas y amigo—.Otra vez en tus andanzas con las chicas.

—No, esta me gusta bastante— señaló con sinceridad—, por eso quiero que destines siempre gente que la vigile para que la cuide, por favor. Más tarde te doy los datos de ella—concluyó la llamada.

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Se hizo la hora de salir del trabajo, Alondra se fue a la habitación que tenía arrendada, se bañó y luego comenzó a buscar ropa para vestirse, estaba indecisa sobre que colocarse, porque no quería ponerse ropa de marca, tal vez Pir supiera de eso y se daría cuenta que provenía de una de las familias más ricas de Europa, pero también pensaba que no podía ir con los mismos jeans que usaba para ir a trabajar, así que decidió ponerse una braga negra descubierta en los hombros con unas sandalias tacón medio color carne, de solo imaginarse a Pir, se le erizaba la piel y sus pezones se erguían, nunca antes se había sentido tan descocada por un hombre, él la tenía realmente mal, se ponía a pensar que tenía de diferente a los otros, incluso a Taddeo porque jamás sintió por él ese volcán que bullía en su interior, pero no encontraba respuestas.

Se miró al espejo y se recogió el cabello en una cola atrás, se maquilló, solo uso polvo en su rostro y resaltó principalmente sus ojos, se echó rímel para rizar más sus pestañas y lápiz de ojos, se aplicó sombras en negro y beige y se aplicó un labial rosado. Tomó su bolso y salió nerviosa a esperarlo fuera de la casa donde vivía, llegó en una camioneta blindada, seguida de dos vehículos más. Nunca lo había visto fuera de las instalaciones del trabajo, pero ese despliegue de seguridad, le dio una mala percepción, ¿Cómo alguien que solo era supervisor en una red de almacenes y supermercado, iba a contar con semejante protección? en ese momento llegó a su mente, que el padre de…sacudió la cabeza, no era tiempo de pensar en estupideces, si eso fuera así sería demasiada coincidencia, además él hombre que tenía frente así se llamaba Pir Roldán, ni remotamente, tenía los nombres de esa familia. Desechó la idea, en ese mismo momento él llegó a su lado, la tomó del brazo, le dio varias vueltas y le dijo —Estás demasiado hermosa, pareces toda una reina.

Ella no pudo evitar la radiante sonrisa que se dibujó en su boca, lo observó y Pir también estaba guapo, lo recorrió de pies a cabezas, cargaba un pantalón verde, una camisa negra y un abrigo negro de botones, con unas botas—Tú también estás muy guapo—expresó, él la tomó por ambas mejillas y la acercó a él, dándole un profundo beso.

—Sabes al más rico néctar, quisiera quedarme besándote para siempre—le mencionó con una sonrisa.

—Serás exagerado, creo no es posible hacer eso—manifestó sonriente.

—No estés tan segura, es mejor irnos a cenar, antes de que pierda los estribos besándote y después tendrás que  abrir esa puerta para comer otro tipos de postre que se me ocurren—espetó con picardía.

Pir le abrió la puerta del auto y la ayudó a subir, luego de algunos minutos,  se dio cuenta que un par de autos aún los seguían, no pudo evitar preguntarle porque eso la inquietaba —Pir, ¿Por qué nos siguen esos autos?

Pir quería evadir la pregunta, sin embargo se convenció que no era lo más sensato —Son mis guardaespaldas—indicó en tono neutro.

—¿Por qué necesita un supervisor de tiendas, guardaespaldas?

—Porque he recibido amenazas—respondió con sinceridad.

—¡¿Quiénes te amenazaron?! —exclamó preocupada.

—Alondra creo es mejor que no hablemos de ese tema, por favor, quiero disfrutar la velada contigo ¿Si? —le dijo mientras le tomaba la mano y se la besaba para luego colocarla en su regazo.

—Discúlpame, no fue mi intención importunarte—expresó con preocupación.

—No por favor, no me estás importunando, te prometo que después te cuento, pero ahora solo quiero conocer de ti—afirmó sonriente.

—¿Por qué tendría que contarte mi vida si tú no quieres contarme parte de la tuya? —interrogó Alondra.

—Porque mi vida es demasiado complicada—pronunció—nunca pensé que ciertas decisiones que tomé en el pasado, tuvieran consecuencias tan fuertes hoy día.

—Tengo la leve impresión que no estamos hablando de tu trabajo de supervisor—afirmó con curiosidad.

—Quizás no, pero todo a su debido tiempo—tiempo declaró misteriosamente.

Llegaron al estacionamiento del Restaurant Settimo Roman Cousine & Terrace, vía Lombardia, aparcaron el vehículo, él le abrió la puerta y caminaron tomados de las manos, la llevó a la zona de la terraza donde se divisaba una espectacular vista, de inmediato el maître los ubicó en una mesa y les entregó el menú de la comida y los vinos. 

Momentos después ellos pidieron una crujiente accola con vegetales crudos, ombrina de limone con tomillo, espinacas, perejil, viterbese en aceite de Marfuga y tomates seco y un Spaguetti de Coco a la carbonara y una botella de vino tinto de Cabernet Sauvignon.

Les sirvieron las copas mientras esperaban la comida, ella empezó a contarle de su vida, de lo antipática que era de niña, de sus viajes a La Toscana y la playa que amaba el mediterráneo, él por su parte no le contó mucho de su vida, le omitió muchas cosas, aunque si le habló de los diferentes géneros musicales que le encantaban, de literatura, de arte, ella le habló con pasión de la pintura de reconocidos artistas, nombrándole a su madre sin decir que era ella.

—A propósito, yo conozco a Sophía Madrid y a Anna Ferrestra—Al darse cuenta del error que iba a cometer le dijo—bueno la vi cuando estaba pequeño, no tendría más de nueve años que mis padres me llevaron a una exposición—corrigió con rapidez.

La comida les fue servida y siguieron comiendo con gusto mientras conversaban, lo hicieron por horas, hasta que él le propuso —Déjame llevarte a Ostia, mañana te toca el día libre, amaneceremos en la playa, yo despido a los guardaespaldas para que estemos a solas, ¿Si? Por favor—le pidió con esos hermosos ojos azules tan cautivadores y ella debatiéndose entre aceptarlo o no.

Y otra vez no pudo negarse, ese hombre le hacía hacer cosas que regularmente no haría. Así que después de todo se fueron a la playa, hizo como había dicho despidió a sus guardaespaldas, llegaron al décimo municipio de la comuna de Roma a Lido de Ostia, ubicado cerca del otrora puerto de Roma, que hoy día se había convertido en un importante sitio arqueológico, denominado la Ostia Ártica, ubicada en las costas del Mar Tirreno que forma parte del Mar mediterráneo frente a las costas occidentales del país, ubicado solo a treinta minutos de Roma.

Al llegar, se estacionó en una zona ubicada a minutos de la playa y luego caminaron tomados de la mano, al llegar a la playa, el sitio estaba solitario, se quitaron los zapatos y comenzaron a caminar por la orilla del mar, mientras ambos sentían en sus pies las agradables partículas de la arena y luego las olas al regresar bañaba la parte inferior de sus cuerpos dándoles una sensación de bienestar. Iban conversando, ella le hablaba de que pequeña había ido con sus padres y su hermano, le contaba que corría a la orilla de la playa porque no le gustaba bañarse por lo salado, su padre la perseguía y luego se introducía con ella, jugaba en sus hombros, mientras ella se reía encantada, le contó que esos eran los momentos más divertidos.

—Ósea que eres la niña consentida de papá —le dijo riéndose.

—Era la niña consentida de papá —mencionó un poco triste, pero en ese momento una gran ola los bañó y ella comenzó a reír a carcajada.

Él la observaba y miraba su esplendorosa sonrisa, y aunque era de noche, estaba iluminada por una hermosa luna que en plenilunio le permitía observar lo brillante de sus ojos, así supo del profundo amor que ella sentía por su padre, Pir la observaba embobado tratando de grabar en su memoria cada gesto y expresión de su rostro. 

Dejó de caminar y la atrajo hacía sí, besándola, en un principio fueron pequeños besos, hasta que luego de unos minutos se fue haciendo más exigente, comenzó a devorarla con mucha pasión, sus sentidos se embriagaron al contacto uno del otro, despertando sublimes sensaciones que les hacía solo estar consciente uno del otro, concentrados en dar y recibir.

Pir momento después la levantó de la arena y sin dejar de besarla caminó con ella a un lugar más oculto, la acostó en la arena y comenzó a recorrer cada parte de su cuerpo, recorrió su cuerpo con sus manos, tomó la de ella y la llevó a su masculinidad para que sintiera la excitación que le estaba produciendo, mientras le decía —Te deseo Alondra, como te juro que nunca he deseado  a nadie en mi vida.

Sus palabras penetraron en su conciencia, y aunque se dio cuenta que ella tampoco había sentido antes esa intensidad de emociones, tuvo temor, no podía seguir siendo la misma chica caprichosa e irresponsable que se dejaba llevar por lo que quería —Lo siento Pir, yo aún no estoy preparada para dar este paso, por lo menos no en este momento.

—¿Eres virgen? —interrogó dubitativo.

Ella soltó una gran carcajada y movió negativamente su cabeza, regresándole la pregunta —¿Lo eres tú acaso?

Pir se sonrió —Es diferente, soy hombre.

—¿Y quien dice que una mujer si debe conservarse virgen, mientras que el hombre puede dar rienda suelta a sus deseos? ¿Qué nos hace diferente para no poder vivir nuestra sexualidad como nos plazca?—interrogó ella, ahora con un rastro de molestia.

—No quise decir eso, es solo que muchas veces se espera que las mujeres tengan menos experiencia que los hombres—trato de aclará el hombre.

—Me parece que eso es un pensamiento machista, tanto el hombre como la mujer estamos hechos casi iguales, nos diferencia son nuestros órganos reproductores y sexuales, pero desde el punto de vista de las emociones y sensaciones, sentimos lo mismo, odio, enojo, amor, tristeza, deseo, placer. Entonces considero que si un hombre no se limita a la hora de estar con una mujer, ¿Por qué debemos hacerlo nosotras?

—¿Eres una feminista? —preguntó  mientras la miraba intensamente.

—Si te refieres a que soy partidaria de la igualdad entre hombres y mujeres desde el punto de vista social, sexual y económico. Y que no venga un hombre a querer dominarnos simplemente por ser mujeres, entonces si lo soy —concluyó seria.

Él le tocó sus labios y luego la besó —Te juro que no soy machista, estoy totalmente de acuerdo contigo, solo quise conocer tu opinión, además opino como Arjona, no es dama la que se abstiene sino la que se detiene cuando encuentra el amor. Y entiendo perfectamente tu opinión incluso la comparto, aunque me críe más con mis abuelos, pase muchos momentos junto a mi mamá y a mi hermana y a pesar de que ellas son dos, terminaban dominando en la casa más que mi padre y yo, incluso papá evitaba que mi madre se enojara porque esa andina caribeña cuando se enoja hay que montarse o encaramarse, como dicen en su tierra.

—¿De dónde es tu madre? —preguntó ella con curiosidad.

—Es venezolana —respondió el chico.

—Yo tengo unos conocidos que la esposa es venezolana y su esposo creo es argentino —manifestó la chica con curiosidad.

—¿En serio? Qué casualidad, mi padre también es de allí, pero se vino con mamá hace mucho tiempo para Italia, porque mi abuelo por parte de padre era italiano y se fue a vivir a Argentina donde se casó con mi abuela que era ecuatoriana.

—¿Ósea que eres una mezcla de culturas? ¿Te sientes más italiano?

—He vivido en muchos lugares en Argentina, de hecho cuando se mudaron mis padres para acá duré solo un año y me fui a Argentina, luego regresé pero no me adapté a los amigos y costumbres de aquí, me fui a España, con mis abuelos, yo era su consentido, veníamos a Italia de vacaciones, durábamos todo el verano porque mis abuelos les encantaba disfrutarnos a mi hermana y a mí. Y Barcelona es mi lugar preferido, hice muchos amigos, sobre todo uno,  mi hermano del alma, no me lo dieron mis padres sino la vida, incluso cuando salía de vacaciones se venía conmigo, siempre fuimos inseparables, pero esa vez decidió quedarse y la desgracia se ciñó sobre él.

—¿Qué le pasó?  —interrogó ella con curiosidad.

—Una maldita, mal nacida se burló de él y mi amigo atentó contra sí mismo…—dijo con apenas un odio contenido. Pir trató de controlar el cúmulo de emociones que empezaron a salir de su interior, no podía pensar en eso ahora, no debía quebrarse, respiró profundo, hasta lograr calmarse —. Lo siento Alondra, no quiero seguir hablando de eso, aunque han pasado años me sigue doliendo como el primer día —expresó mientras sus ojos se humedecían.

Alondra dio un respingo, porque en ese momento se acordó de Cristiano, quería seguirle haciendo preguntas pero había quedado totalmente muda, las palabras no salían de su boca, y aparte de eso, era notorio que Pir no quería seguir hablando del tema, luego pensó, “eso no puede ser, sería una desgraciada coincidencia, que ella quisiera escapar del pasado y este la persiguiera, y si eso fuera así, nunca se perdonaría que ese haya sido el final de quien fuese su primera relación”. Pensó con angustia a punto de llorar.

“ A veces es necesario sufrir las consecuencias de nuestros actos para poder aprender de nuestros errores”. Anónimo


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