POR AMOR A TI
POR AMOR A TI
Por: Jeda Clavo
CAPÍTULO 1. PRIMER DÍA DE ACADEMIA

Natalie Owens Anderson era una chica alta, de aproximadamente un metro setenta y dos de estatura, sesenta kilogramos de peso, ojos verdes, cabello castaño, nariz respingona, hija única, de buen carácter pero impulsiva, risueña, con una energía sorprendente. Era un vendaval, donde llegaba nunca pasaba desapercibida, por esa sonrisa que la caracterizaba; tenía unos hermosos, blancos y perfectos dientes, que no perdía ocasión de exhibir y que serían la envidia de cualquier afamado odontólogo.

Ese día había amanecido emocionada, sería su primer día en la Academia Naval, en Annapolis, Maryland. Había esperado ese momento desde que era una niña, su papá había sido oficial de la Armada, pertenecía a una Unidad de Fuerzas de Élite del Comando Conjunto de Operaciones Especiales. Había crecido con su ejemplo, su valentía y el amor que le profesaba a la Fuerza, pero lamentablemente había muerto durante una operación donde tuvo un enfrentamiento con una célula terrorista en Yemen.

Su madre había quedado viuda muy joven, apenas con treinta años, ya habían transcurrido cinco años de eso y no se había vuelto a casar; sus padres eran ejemplo de lo que era el verdadero amor, se habían amado profundamente, bueno aún después de muerto su madre lo veneraba. A Natalie le habría gustado algún día encontrar esa conexión con una persona, que la llenara y la complementara, un amor puro y desinteresado como el que tenían sus padres.

Precisamente porque su padre había muerto en combate, Rebeca Anderson, su madre, se había opuesto a que ella se alistara en la armada. La intención de Natalie era ingresar al cuerpo de marines, y a su madre le aterraba la idea de perderla y poner en riesgo el producto del amor con el hombre de su vida: Freddy Owens.

Debido a ello, a Natalie se le había hecho difícil convencerla de que le firmara el permiso autorizándola a ingresar a la academia, pues ella era menor de edad, sólo contaba con diecisiete años, y los había cumplido hacía apenas cinco días. Pero finalmente había logrado persuadirla y por eso estaba feliz de dar el primer paso para cumplir con su más anhelado sueño, el de ser Marine de los Estados Unidos.

El ingreso de los candidatos a la Academia Naval se daba a través de propuestas hechas por los senadores estadounidenses, el vicepresidente, o por el Presidente de la República, o por ser el hijo de un receptor de la Medalla de Honor, como era su caso. Su padre había recibido de manera póstuma dicha distinción, otorgada por “la valentía e intrepidez con riesgo de la propia vida más allá de la llamada del deber, estando en combate contra un enemigo de los Estados Unidos” y su padre había dado la vida luchando por su país.

Aunado a ello debía también pasarse una prueba de salud física y un exámen médico exhaustivo como parte del proceso de aplicación, los cuales había aprobado satisfactoriamente.

Natalie, tenía recuerdos muy hermosos de cuando vivía en las diferentes bases militares donde destinaban a su padre. Le encantaba conocer ciudades, paisajes y gente nueva; conservaba hermosos momentos de Fort Hood, Fort Bliss, en Texas, Fort Riley en Kansas y Fort Knox en Kentucky.

Un par de veces a su padre lo habían designado para cumplir funciones en algunas bases militares de América Latina, en Honduras y Colombia, por ello continuamente estaban en movimiento. Vivían en las bases militares; mientras, se entretenía con juegos, paseos y diversión con las amistades que hacía. Aunque nunca eran duraderas, a lo largo de los años recordaba con especial afecto a Dylan, Andrew, Katty y Fanny, entre otros. De todos ellos, actualmente sólo tenía contacto con Andrew, que también iba a ingresar a la academia naval.

Natalie dejó a un lado los recuerdos, se levantó, se vistió con ropa deportiva  y preparó toda la ropa, equipos e insumos que le habían solicitado. Hacía una semana que su madre y ella habían llegado, provenientes de Jacksonville en Florida, donde tenían su casa, a Annapolis, capital de Maryland. Ubicada a orillas del río Severn, la ciudad del noreste de los Estados Unidos, estaba cercana a la capital del país, y era conocida por los famosos cangrejos azules que ofrecían sus restaurantes.

Era una ciudad de belleza particular, poseedora de grandes edificios a lo largo de todas las grandes avenidas, que parecían haberse detenido en el tiempo, con hermosas playas localizadas en la famosa bahía de Chesapeake.

Se hospedaron en un sencillo pero agradable hotel el Crowne Plaza Annapolis, ubicado a poco menos de siete kilómetros de la Academia Naval y habían alquilado un vehículo para poder trasladarse.

Su madre la llevó al campus, situado en la fortaleza Severn, en la confluencia del río Severn y la Bahía de Chesapeake en Anne Arundel Country. La construcción era imponente, con una extensión de ciento treinta y cinco hectáreas, caracterizada por su pulcritud. Su mandre la dejó en la entrada del edificio principal, no sin antes abrazarla, besarla y decirle

—Natalie, no sabes lo difícil que es para mí respetar esta decisión que has tomado, me voy con mi corazón encogido, a partir de hoy nada será igual. Tú estudiarás y luego de que concluyan estos cuatro años, quién sabe a qué misión te enviarán. No sabemos cuándo volveremos a vernos, desde que murió tu padre hemos sido sólo nosotras dos y ahora me quedaré sola en esa casa tan grande... y no pienses que te digo esto para hacerte desistir de tu decisión, sino porque quiero que comprendas el sacrificio que esto significa para mí. 

—Lo sé, madre, sé que estás enfrentándote a tus miedos al permitirme dar este paso en este momento, pero si no era ahora hubiese sido el próximo año, aunque para mí es una gran alegría contar con tu bendición. Y bueno, este primer año no nos veremos, hablaremos cuando vengas a visitarme, porque no me permitirán salir, tengo que pagar mi noviciado—expresó sonriendo—este primer año en la academia perteneceré a la fila más baja de guardias marinos, mejor conocido como “plebe”, no tendré ningún tipo de privilegio. ¡Ay, Dios! Estoy hablando cosas que ya sabes. Madre, sólo quiero decirte, que te amo y que te extrañaré _expresó abrazándola.

—Yo también te amo, mi niña. Y sí, ya veo que estás nerviosa, porque estás hablando demasiado.—se abrazaron y se despidieron, su madre intentó disimular, pero no pudo ocultar las lágrimas que escaparon de sus ojos.

Natalie ingresó a las instalaciones sin poder evitar las lágrimas que le nublaron los ojos, y mientras se las limpiaba tropezó con un oficial, un capitán del cuerpo de marines. Le pareció extraño, pero encontró esa información en alguna parte del fondo de su cerebro. 

El capitán se quedó mirándola y enseguida expresó:

—Si cree que es muy doloroso alejarse de la familia puede dar media vuelta y regresarse, y con eso no pierde tiempo usted y no nos hace perder tiempo a nosotros. —y sin decir nada más siguió su camino.

Era un espécimen de hombre de hombros anchos, de más de metro noventa de estatura, cabello castaño, ojos café, nariz aguileña, mandíbula cuadrada, malhumorado, pero de un atractivo que le daba dentera, sonrió para sí misma.

Ella se acercó al salón donde estaban siendo recibidos los guardias marinos y le entregaron los uniformes. El que correspondía ese día, el de verano, estaba constituido por una camisa uniforme trabajadora sin insignia en el cuello, por ser la cuarta clase, la fila más baja de los guardias marinos.

Luego de que les entregaron los uniformes, les asignaron las habitaciones. Una vez organizados sus enseres personales, les llevaron a un extenso patio donde celebraron una ceremonia afirmando el juramento de la oficina. Levantaron su mano derecha y quedaron sujetos al Código Uniforme de la Justicia Militar.

Los dejaron allí por largo tiempo, debidamente formados; pasadas tres horas de espera, apareció un oficial quien se identificó como el capitán Arthur Hamilton. Se trataba de un hombre rubio, ojos azules, alto, de aproximadamente treinta y dos años. Él no le quitaba los ojos de encima mientras le daba una larga charla sobre el comportamiento que debían tener; ella evadía su mirada, pero siempre al volverse a verlo, estaba centrado en ella. 

Él siguió exponiendo, les indicó que los guardias marines en su primer año se denominaban cuarta clase, se les conocía como “plebe”. En ese año se realizaría la transformación de un civil en un oficial; les asignaron las reglas, normas y responsabilidades no asignadas a las otras tres clases: no podían ver televisión, ni dormir la siesta, ni escuchar música... básicamente no tenían ningún privilegio. 

Les hicieron algunas preguntas sobre la historia del país, les dieron una charla motivacional, que si querían ser militares no bastaba con querer serlo, debían formarse, ser valerosos, disciplinados, honorables, su país debía estar en primer lugar, dejar a un lado los intereses personales y buscar la protección de los demás antes que la propia.

Seguidamente, les presentaron a los directivos e instructores militares de la Academia Naval: un capitán de navío, un capitán de fragata, un capitán de corbeta, un capitán del cuerpo de marines, una teniente, un teniente comandante, y después no logró oír quiénes eran los demás, porque el capitán del cuerpo de marines captó verdaderamente su atención, y todos los demás pasaron a ser invisibles.

Su cerebro era muy selectivo, cuando algo no le interesaba dejaba de prestar atención y se circunscribía a los asuntos de su absoluto interés, por ello en ese mismo instante, se encontraba observando detalladamente al espécimen de hombre con el que se había tropezado en la entrada.

Era una mole de músculos y a la descripción que había hecho con anterioridad cuando lo vio en el pasillo, debía agregarle que tenía una maravillosa piel dorada por el sol y sobre todo unos hermosos y apetecibles labios gruesos, que incitaban a besarlo.

De inmediato se amonestó mentalmente:

“¿Te volviste loca, Natalie? Si vas a andar queriendo besar a cuantas moles de músculos se te crucen en esta academia, vas a tener fama de cortesana, si es que no terminas antes expulsada.” No pudo evitar que una risita saliera de sus labios.

El capitán se quedó observándola con ira, si las miradas fueran misiles, le estaría lanzando un atentado en ese momento. Comenzó a hablar con una increíble voz de barítono que a Natalie le fascinó de inmediato. ¡Por Dios era el hombre perfecto en cuanto a cuerpo y a voz! Sintió que la cautivaba a primera vista y embelesada lo escuchó hablar:

—Buen día, soy el Capitán del cuerpo de Marines Morgan Jacob Clark Lizcano, instructor militar en comisión de servicio en esta Academia Naval. Primero debo informarles cómo estarán distribuidos, se integrarán en dos regimientos, cada uno compuesto por tres batallones, para un total de seis, cada uno de estos conformado por cinco compañías para un total de treinta. A la cabeza estará el comandante de Brigada, el guardia marino de primera clase Williams Perot, es el responsable de las actividades cotidianas de la brigada y de su formación profesional, todas las actividades de las brigadas estarán bajo la supervisión del Coronel de Infantería de Marina  Jimmy Dewey, además estaremos otros oficiales como… —y empezó a presentarlos.

Pero el nivel de concentración de Natalie en ese momento no era el adecuado y enseguida empezó a imaginarse que estaba siendo besada por Morgan, que sus labios se unían en un apasionado beso... hasta que sus pensamientos fueron interrumpidos por el hombre maravilla en cuestión, quien exigió la atención. Eso era uno de los principales problemas de Natalie, era una soñadora, era intrínseco en ella, no podía evitarlo. 

—Plebes, veo que necesitan concentración, su atención debe estar centrada en mí, atentos a lo que hablo y cuando yo les pregunte: ¿Entendido?, deben responder: ¡Sí, señor! ¿Entendido? 

Todos respondieron al unísono

—¡Sí, señor! 

—La Teniente Lorena Batista, junto conmigo, tendremos a cargo su entrenamiento y actividades físicas, veremos de qué están hechos. A las damitas susceptibles que lloran por mami y papi, a los que les gusta reírse de cualquier chistecito malo o que sólo vinieron a exhibirse porque se creen bonitos, porque piensan que mostrando su dentadura van a conseguir privilegios, o lo que se propongan o que se quieran escudar en los actos heroicos de sus padres para obtener beneficios, lamento hacerlos pisar tierra, acá vienen a formarse para ser militares, los mejores del mundo porque por algo somos la fuerza militar más poderosa del planeta, y si su intención es quejarse y andar excusándose para no cumplir con lo asignado, pueden ir tomando sus cosas y largándose por esa puerta. No me interesa que les parezca antipático, odioso, creído, no estoy aquí para hacerme amigo de ustedes, a Dios gracias mis amistades están completas. Y no crean que los ejercicios serán fáciles, lamento decepcionarlos sobre todo a unos que veo demasiado frágiles para el compromiso que quieren asumir.—pronunció mirando a Natalie.

Ella le sostuvo la mirada desafiante, poco le importaba que fuese un superior, detestaba que la quisieran humillar por mero capricho y lo que más le sacaba de sus cabales, era que le nombraran a su padre, ella jamás se escudaría en él para obtener algún beneficio como decía el estúpido ese. Había cambiado de opinión, le caía pésimo, el imperfecto.

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