XXVII. DESAPARICIÓN

Ese mismo día, unas horas después…

Scott.

Me duele la cabeza, por un momento mientras me estaban dando la anestesia, creí haber visto a mi madre sonriéndome. ¡Qué locura! Lo tomé como una buena señal. Pero ahora que estoy despierto sintiendo que me han reemplazado mis ojos por dos carbones al rojo vivo no estoy muy convencido.

El doctor me advirtió antes que esa sensación sería lo normal, solo espero no tener que pasar por esto otra vez. Recostado en la cama alguien entra en la habitación y por el olor a flores silvestres sé que es mi tía quien aparece primero.

—¿Estas despierto hijo? —pregunta bajito al llegar a mi lado.

—Sí, tía hace un momento que pasó la anestesia.

—Leonard, me dijo que fue un éxito todo, que de seguro es

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