—No podemos tener sexo aquí, Alexander — susurro, sabiendo en mi interior lo que está a punto de pasar.
Me hace a un lado las bragas, pasando un dedo por encima de mi coño palpitante, y una sonrisa seductora adorna su cara.
— Tu coño no piensa lo mismo.
Ríe, mientras comienza a jugar conmigo.
—O