Antonio dejó a Sofía en casa.
Por alguna razón, cuando Sofía vio el enorme jardín, se sintió sola.
Después llamó a Valerio y le pidió que la ayudara a comprar un apartamento cerca del hospital para poder ir y venir con facilidad.
Desde que Bruno se fue, Sofía había vivido en esa casa sola. Era un lugar muy grande y no estaba nada contenta. De hecho, no podía acostumbrarse. Todavía no había tomado la decisión de mudarse, pero hoy sí. No le preocupaba la hacienda de los López. Había un mayordomo para que todo funcionara y no se arruinara. Sofía sólo se plantearía volver si Bruno regresaba. No le gustaba vivir sola en un sitio tan grande.
Después de lavarse, Sofía se tumbó en la cama.
Quería estar mañana temprano en el hospital para contarle a la madre de la niña lo de la beneficencia, para que no estuviera ansiosa por salir del hospital.
Aturdida, Sofía se durmió rápidamente.
Fue entonces cuando Antonio llegó a su villa.
Francisco acababa de aterrizar en Ciudad DF y aún no había encontra