Sofía suspiró aliviada al ver que su amiga seguía tranquila, pues le preocupaba mucho que María insistiera en seguir al lado de Jaime.
A pesar de su amiga ser tratada como una simple mascota, no podía detener a María en ese momento.
Sofía no sería diferente de Jaime si también forzara a su amiga. Era una suerte para María que aún conservara la cordura.
Pronto aterrizaron en el DF. Las dos mujeres acababan de salir del aeropuerto cuando Raúl Rodríguez y su esposa se apresuraron a saludar a su hija.
—¡María, María! —gritaban.
Con lágrimas en los ojos, María se lanzó a sus brazos.
—¡Mamá! ¡Papá!
Sofía se sintió muy bien al ver a la familia reunida. Se volvió hacia Bruno y le agradeció toda su ayuda.
—Soy tu padre, Sofía. No necesitas de tal cortesía.
A Bruno no le gustó que su actitud pareciera poner distancia entre ellos.
Sofía sonrió, pero no dijo nada.
Padre o no, él no estaba obligado a ayudarla en nada, así que ella estaba realmente agradecida de que lo hubiera hecho.
—¿Padre, por qu