Por la noche, en el pequeño restaurante, Sofía y Julio entraron uno tras otro.
Finalmente, Sofía no pudo evitar que Julio la siguiera. Pensó que a Fernando no le importaría. —Sofía— dijo Fernando con una sonrisa tan pronto como la vio entrar, pero cuando vio a Julio detrás de Sofía, su sonrisa no fue tan brillante.
Sofía no notó el cambio en su expresión, pero Julio sí lo notó. Se rió fríamente. Si antes solo estaba especulando, ahora casi podía estar seguro de que este chico tenía malas intenciones hacia Sofía.
Los tres se sentaron, y Sofía, sintiéndose incómoda, dijo:
—Julio no tenía dónde comer, así que lo traje. ¿No te importa, verdad?
—No hay problema, más tenedores no son un problema— sonrió Fernando, aunque por dentro le molestaba mucho, intentó actuar con naturalidad.
Sofía no se sorprendió por este resultado, y Julio, al ver que a Fernando no le gustaba, sonrió triunfante.
Pronto, Fernando llamó al camarero y pidió algunos platos.
—Sofía, no te dejes engañar por el tamaño pe