Sofía se había quedado mirando fijamente a Julio, como si no pudiera saciar su vista. Su mirada ardiente era tan intensa que, incluso sumido en su trabajo, Julio podía sentirla.
Sin embargo, él no dijo nada, actuando como si no lo notara, y continuó trabajando, aunque inevitablemente se distraía de vez en cuando.
En un momento de distracción, Sofía se había acercado a su escritorio.
Toc toc, la mujer golpeó suavemente la mesa.
—Te has distraído—, dijo.
Julio levantó la vista hacia ella, viendo a Sofía más encantadora que nunca.
—Sí, tu mirada es tan intensa que me distraje.
—¿Terminaste?— preguntó Sofía.
—Cualquiera—, respondió él.
Sofía se rió suavemente.
—¿Cualquiera?
—Depende de lo que planees hacer, he terminado. Si no tienes planes, seguiré trabajando un poco más—, dijo Julio con franqueza, y su acción fue aún más directa.
En un instante, Sofía ya estaba en sus brazos.
—¿Qué opción?—, preguntó.
Apoyada en el pecho robusto de Julio, escuchando los latidos de su corazón, Sofía n