La noticia de que Sofía y Julio estaban juntos llegó a Diego en el primer momento. No podía evitar sentirse incómodo, pero al menos experimentó un leve sentido de alivio. A estas alturas, finalmente había dejado de ilusionarse con la idea de tener una oportunidad, y podía decir que había renunciado por completo.
Después de guardar el teléfono, miró a Mario a su lado y le dijo: —Vamos a la oficina.
Mario, preocupado por la salud de Diego, le sugirió: —Patrón, ¿no quieres descansar un par de días? Desde que Sofía se fue, no has descansado en absoluto. Trabajar tan intensamente todos los días no es sostenible.
Diego respondió: —Estoy bien, si te sientes cansado, puedes enviar a alguien más para que me siga. No se sentía cansado, o al menos no admitiría su cansancio. En cambio, prefería centrarse en el trabajo para distraerse de la tristeza que sentía.
Mario sabía que no había argumentos para convencer a Diego de lo contrario. Aunque Diego no estaba dispuesto a admitirlo, Mario no podí