Nora abre los ojos lentamente y un olor muy peculiar llega hasta su nariz, es dulce y floral. Se acomoda sobre la cama y la sorpresa la hace retroceder sobre el colchón hasta que su espalda choca con la cabecera.
La habitación está llena de rosas. Hay floreros enormes en cada mueble y las flores son grandes, esponjosas y rojas. Pareciera que se despertó a mitad del jardín. De nueva cuenta la cama se encuentra vacía, no está Franco.
Se levanta sin sentirse segura de estar completamente despierta. Acomoda su cabello en una coleta y sin cubrir su cuerpo aún, se acerca a las flores y desliza sus dedos por los pétalos con delicadeza, temiendo deshojarlas.
De pronto escucha que alguien toca a la puerta y pensando que es Franco, lo invita a pasar con un: «¡Adelante!» que sale de entre sus labios convertidos en sonrisa.
—Nora, escúchame bien, no pienso permitir que