—¿Pero que demonios haces? —me regaña.
—Pues sentarme, ¿o es que no me estás viendo? —le respondo de mal humor.
—¿Pero quién demonios te entiende? —refunfuña—. Primero me levantas temprano hoy sábado, el único día que me puedo dormir hasta tarde para que te acompañe a comprar un atuendo adecuado para tu ridícula cita —coloca sus ojos en blancos— ¿Y ahora te sientas quejándote de que estás cansada? —resopla.
Es cierto, pero sino hubiera entrado en pánico por su culpa, no estar&iac