LAURA JENNER
Nate simplemente le ignoró y me cogió en brazos de Mike mientras yo me bajaba de los de Mike e intentaba ponerme en pie. Me llevó hasta el sofá de su gran camarote y me colocó suavemente en él. Le miré y antes de que pudiera decir nada, volvió con Mike y le miró. No pude ver la cara de Mike, sólo la espalda de Nate. Le oí decir a Mike.
—Será mejor que huyas ahora de aquí y una cosa más. Estás despedido—, dijo y cerró la puerta en su cara. Me quedé con la boca abierta. ¿Acaba de despedir a Mike? No había hecho nada. Volvió a acercarse a mí.
—¡Nate! Me acaba de ayudar, ¡porque no puedo estar de pie! Tengo un esguince en el tobillo, ¡así que me ha traído hasta aquí!—, intenté explicarle. Se detuvo y se sentó frente a mí.
—No me importa. ¿Qué pierna?—, preguntó fríamente.
—Ya. Pero aún así, Nate. No es fa...—, empecé, pero me cortó cogiéndome el tobillo con la mano y echándole un vistazo. Me quitó los tacones de las dos piernas y empezó a masajearme la derecha.
—Ya no llevará