CELESTE CÁRDENAS
Esa noche por fin convencí a Zarco de que durmiera conmigo en la misma cama. Comprendí su miedo, pero en verdad deseaba ayudarlo, y tal y como lo hice la noche anterior, lo arropé contra mi pecho, dejando que mi corazón lo arrullara y espantara esas pesadillas que lo atormentaban.—Te levantaste temprano… —dijo tallándose el rostro mientras yo terminaba de arreglarme.—Más bien, tú te quedaste dormido —contesté sentándome en el borde de la cama y acomodando su cabello. Si alguna vez fui dulce y comprensiva con el hombre equivocado, ¿por qué no serlo con él, que parecía ser el correcto?—. Le ayudaré a Mercedes a hacer el desayuno y llevaré a la niña a la escuela.—Puedo llevar a Paula…—No es necesario, descansa… creo que hacía mucho tiempo que no dormías tan bien.—Gracias a ti. —Se sentó en la cama y me dio un beso dulce que aceleró mi corazón.¤Me escabullí en la cocina, mientras