Un mes pasó rápidamente. Lucca fue dado de alta y estaba en casa, recuperándose a pasos agigantados. Ahora podía comer por sí solo y decir algunas palabras; aunque aún le costaba aprender a caminar, los médicos eran optimistas. Su recuperación había sido asombrosa, y todo era gracias a Abi, quien no se había separado de él ni un instante. Aunque Lucca a veces se sentía triste y temía que ella se cansara de la situación, Abi le repetía constantemente que nunca se iría de su lado, y eso lo hacía el hombre más feliz del mundo, a pesar de las dificultades.

Mientras desayunaban, John llamó por teléfono. Hoy llegaría para visitar a Lucca y a las niñas, quienes se quedarían un tiempo en Italia porque extrañaban mucho a su mamá.

Abi aún no sabía cómo explicarles que John y ella se habían separado y que ahora estaba con su tío Lucca, quien en realidad era su verdadero padre. Era una situación complicada que no sabía cómo resolver.

—Hola, John —saludó Abi en la videollamada—. Aquí está Lucca,