Varias horas después Esteban les había preparado el desayuno D’Layla se había quedado dormida en el mueble y el olor a café recién hecho la despertó, pero apenas lo hizo fue a ver a su hermano, y cuando iba a tomarle la temperatura
—No te preocupes ya le apliqué unos analgésicos, ahora que todos estamos cuerdos y calmados puedes explicarme que fue lo que sucedió
Aunque se veía algo serio y molesto por haberlo involucrado D’Layla solo podía observar su perfecta caballera castaña casi rubio, sus perfectos brazos que se acoplaban de manera perfecta a esa camisa color celeste esos ojos color entre cielo y azul era un color que no podía definir solo sentía que se perdía en ellos, no podía dejar de admirarlo.
Que hombre por Dios, acaso morí y estoy en el cielo