POV. Zadquiel

Ver los recuerdos de mi Diosa y la profecía que pesa sobre ella solo confirmó lo que ya sabía: ella es especial.

Un regalo que llegó a mi existencia. Me ha dado lo más grande que cualquier ser puede recibir: una hija, la prolongación de nuestras almas.

Mi pequeña Anne ya es una mujer adulta, y tiene a su lado un hombre que la ama con la misma intensidad con la que yo amo a su madre. Tal vez, en este mismo instante, ya seamos abuelos.

Afrodita tenía razón: en la Tierra, el tiempo corre con una violencia casi cruel. Sin embargo, al llevar nuestra sangre, Anne nunca envejecerá. Al igual que su pareja, el hijo de Apolo, son dueños de la eterna juventud.

Ahora, aquí, en este umbral entre mundos, junto a mi Diosa y Hades… sé que nada de lo que vivimos es una simple coincidencia.

Nuestro encuentro es parte de un diseño más grande. Un propósito oculto que ha hecho que incluso los dioses del Olimpo y el Dios celestial unan sus voluntades.

Pensar en compartir el cuerpo de mi Diosa