POV: Amaia.
Después del episodio que acabo de soportar, podría pensarse que es una locura que me vaya de la mano de un desconocido; pero muy dentro de mí algo me dice que puedo confiar en él. Adam fue mi salvador, de no haber llegado no quiero imaginar lo que sería de mí ahora; suficiente tengo con el recordatorio de lo poco que fue capaz de hacer ese hombre. Mi cuello duele y mi garganta arde, al igual que mi mejilla; sin embargo, sentir el calor de la palma de su mano en contacto con la mía, me hace olvidar el sabor del miedo en mi boca.
—¿No preguntarás a dónde vamos? —pregunta Adam, cuando casi salimos del club.
Lo miro un segundo, tratando de ver en su expresión lo que sea que busca con su pregunta; pero solo encuentro verdadera curiosidad. Niego con la cabeza. Él sonríe.
Una sonrisa que me hace suspirar, que me provoca corrientes por todo el cuerpo