Murilo
Consciente de que el apetitoso agujerito no saldría esa noche, me puse el condón e inmediatamente aproveché para introducirle un dedo en el coño, que estaba bastante lubricado por sus fluidos y mi lengua y ella suspiró ante la sorpresa.
"Voy a organizar nuestra boda lo antes posible y quiero mi regalo, el que me prometiste." Advertí, antes de cambiar mi dedo por algo más grande y mucho más grueso.
Comencé a moverme, entrando y saliendo en fuertes embestidas, empujando cada vez con más firmeza y Virginia no decía nada, pero gemía y gritaba cuando las embestidas eran más fuertes.
Sus pechos se bamboleaban con la fuerza de mis movimientos y yo la follaba más r&aacu