Adriana subió alautoauto, mientras Rafael que estaba conduciendo bajaba.
José tomó el volante.
En el auto solo quedaban ellos dos.
—Señor Torres... ¿cómo llegaste aquí? —preguntó Adriana, sintiendo una extraña sensación al ver a José en esa remota zona de montaña, recordándole la noche del baile.
Ella hizo una pausa, y fue José quien rompió el silencio.
—Te dije que regresaras a casa, ¿por qué no lo hiciste?
—¿Ah? —Adriana abrió los ojos, ¿solo por eso? No creía que él viniera hasta aquí solo por eso...
—¿ El señor Torres vino por mí? —preguntó con cautela.
—No es nada. Solo vine a inspeccionar las zonas de montaña donde hemos brindado apoyo, y escuché que estabas cerca, así que aproveché para pasar —dijo José, bajando la mirada, sin mirarla.
—Upss.
Adriana observó sus piernas cruzadas de forma relajada, mordiendo sus labios mientras dudaba, pero finalmente se contuvo.
—¡Si tienes algo que decir, dilo ya! —dijo José, impaciente.
—¿Tus piernas...? —preguntó ella con curiosid