Esa noche volví a entregarme a mi chico con una intensidad nueva, generada por la larga separación. En sus brazos, cada caricia, alcanzaba un nuevo significado, deseaba más, dejarme devorar por la pasión, era suya y él lo sabía, a pesar de mis muros, de mis inseguridades y desconfianzas.
- ¡Cómo te extrañaba! - exclamó.
No respondí, pero mis besos le mostraban lo que las palabras no pudieron expresar, también lo extrañé, ni un solo día había dejado de pensarlo, aun cuando había llorado su Inevitable pérdida.
- Mañana veré lo del pasaje - dijo - extraño a Adrián.
- Yo también - comenté - ahora más que nunca necesito de su pureza.
- Lo lograremos - dijo, tocando mi vientre - ¿Lo sabes, verdad?
En sus palabras siempre encontraba la promesa de un mañana mejor y me aferraba a la idea, con garras. Por lo menos, esa mujer que había salido de su país asustada, en nada se parecía a la guerrera que volvía dispuesta a luchar, vencer y reconstruir su vida.
- ¿Te vas? - preguntó Duni