"No início, tudo parecia perfeito. Mas..." Por amor se mata? O amor destrói? E o ciúme, pode ou não ser controlado? Sentimento Fatal levará você a pensar nessas questões e rever seus conceitos... todos os seus conceitos em relação ao amor. Dividida entre a paixão avassaladora do marido Roberto, que tem um ciúme doentio, e o grande amor de adolescência de Daniel, que ela torna a encontrar dez anos depois, Adriana Diniz Martinez terá de vencer o medo e reencontrar a si mesma... Lutar pela própria integridade e também pela filha Letícia, pela qual é capaz de tudo, sobretudo suportar a violência do marido, sobretudo suportar a própria infelicidade. ******************************************************************************************** Com uma narrativa surpreendente, combinada a ingredientes como drama, aventura, sedução e suspense, e tendo ainda como pano de fundo a violência doméstica, a autora faz com que o leitor tenha de prender o fôlego para acompanhar este romance que, em cada novo capítulo, nos revela uma dura realidade que, lamentavelmente, atinge milhões de mulheres em todo o mundo... Nos faz descobrir ainda que o amor pode ser tranquilo e seguro, mas também agitado e extremamente perigoso.
Ler maisPOV - MILA
El consultorio era tan callado que podía oír cada latido de mi corazón resonando en mí. El doctor me sonrió y pronunció lo que había esperado escuchar durante tres años de matrimonio:
—Felicidades, señora Rodríguez. Va a ser madre.
Sentí que todo a mi alrededor brillaba. Llené mis pulmones de aire, como si volviera a nacer. Coloqué mis manos en mi abdomen y, por primera vez, me visualicé completa: yo, Javier y nuestro pequeño. Una verdadera familia, no una simulación en la casa donde siempre me sentí fuera de lugar.
Salí del hospital sintiéndome ligera. Temblaba de alegría. Tomé el teléfono y marqué el número de mi esposo. Deseaba oír su voz llena de alegría, quería que me abrazara tan fuerte que las dudas acumuladas durante tres años desaparecieran de inmediato.
Sin embargo, cuando sonó el segundo tono, alguien más respondió.
—Hola —dijo una voz femenina, suave y alegre, con demasiada confianza—. Javier está en la ducha. Soy Lola. Si es urgente, puedo ayudar. . . o puede llamar más tarde.
Me quedé en silencio. El mundo se desmoronó a mí alrededor. Mis labios se movieron, pero no salieron palabras. Esa mujer sabía exactamente quién era yo. Su tono burlón lo dejaba claro.
—¿Hola? ¿Me escucha? —preguntó con falsa inocencia.
Colgué.
Me deje envolver por los recuerdos.
Caminaba por el campus de la universidad, distraída, enredada en mis propios pensamientos. Estaba en mi último año de Administración cuando lo conocí: Javier. También él cursaba su último año, el chico más apuesto de la facultad de Finanzas y su novia la más popular de toda la universidad, eran la pareja más envidiada, él parecía inalcanzable para todas… y mucho más para mí. Jamás imaginé que se fijaría en alguien como yo, pero lo hizo. Me pidió ayuda con un trabajo, siempre fue la mejor en el área de informática, y así, casi sin darme cuenta, comenzamos a salir.
Por sugerencia de mi padre ocultaba mi verdadera identidad. Para todos no era más que la becada nerd, esa que vivía pegada a la computadora y parecía no tener amigos. Siempre supe que él estaba enamorado de su novia, no hablaba de otra cosa, pero aun así decidí arriesgarme. Me bastaba con ser su amiga, con recibir las migajas de su atención.
Cuando ella lo abandonó, yo me quedé a su lado. Fui quien lo sostuvo en medio de la depresión, y contra todo pronóstico, terminamos casándonos. Mis padres se opusieron, claro. Aún puedo escuchar la voz de mi padre esa tarde, dura, sentenciándome: “Cásate si quieres, pero nunca le digas que eres una rica heredera… veremos cuánto dura entonces.”
Yo sabía que no me amaba. Que, aunque ella lo había dejado cruelmente, seguía pensando en ella. Aun así, me aferré a ese amor, soporté el peso de sus silencios, que dijera su nombre en sueños y mientras me hacia el amor, aprendí a vivir con el eco constante de una sombra que nunca fue mía.
El teléfono me quemaba en la mano. Mi respiración se volvió entrecortada. Lola. Ese nombre que nunca había pronunciado, pero que estaba presente como una sombra en mi cama, las noches en que Javier se daba vuelta a la pared. La sombra que siempre había estado a mi lado, acababa de responder mi llamada. Conduje sin prestar atención a la carretera. Solo podía oír en mi mente un eco repetitivo: Estoy embarazada. Estoy embarazada. Como si esa sola noticia pudiera rescatarme del infierno que se había abierto bajo mis pies.
En el pasado ella tenia su amor, ahora yo era su esposa y madre de su hijo, una ventaja que podría aprovechar, para que Lola no me lo quitara, acaricie mi abdomen aun plano, este bebe me ayudaría a rescatar mi matrimonio.
Sin embargo, la realidad estaba esperando por mí.
Un ciclista apareció de pronto. Frené. El volante me impactó en el abdomen, la bolsa de aire se activó en mi rostro. Un dolor intenso me atravesó el vientre. Y luego, sentí la humedad entre mis piernas.
Bajé la mano. Sangre.
—No. . . no, por favor —murmuré en un susurro entrecortado.
Con manos temblorosas volví a marcar a Javier. Una vez. Dos. Tres. Nadie. Finalmente, contestó.
—¿Mila? —su voz sonaba jadeante, ansiosa, impaciente.
—Ayúdame. . . tuve un accidente. . . el bebé. . . —logré decir antes de ser devorada por la oscuridad.
Lo último que oí fondo en esa corta llamada fueron los gemidos de una mujer. Gemidos de placer.
Abrí los ojos en una sala blanca. El olor a antiséptico me inundó. Tenía una venda apretando mi frente. Intenté moverme, pero el dolor me ancló en la cama. El doctor apareció con su bata blanca y una voz neutra que no olvidaré jamás:
—Lo siento. No pudimos salvar al bebé. Pero usted está fuera de peligro.
No pude llorar. No pude gritar. El vacío era tan inmenso que ni el sufrimiento que sentía pudo salir. Mi hijo. Nuestro hijo. Se fue antes de tener la oportunidad de llegar. Y él… él no estaba allí.
—¿Mi esposo? —pregunté con la poca voz que me quedaba.
—No ha llegado. Fue un buen samaritano quien la trajo.
No. No. No. No podía ser. Cerré los ojos y hundí mi cara en la almohada. Lo sabía: no estaba aquí porque estaba con ella. Con Lola.
Las horas pasaron como cuchilladas lentas. En la cama cercana, una mujer que se estaba recuperando reía mientras su esposo la alimentaba con amabilidad. Yo solo oía el sonido de mi respiración quebrada.
Al llegar la noche, una enfermera entró y me habló de forma directa:
—Señora, debe pagar los gastos del hospital. Si no lo hace hoy, liberaremos la cama.
La ira me consumió. Javier ni siquiera había venido a ver si seguía viva. Yo, que había soportado la desaprobación de su madre, los silencios de su padre y las humillaciones de tres años. Yo, la esposa que no existía.
Me levanté tambaleándome. Cada paso era un recuerdo de que mi vientre estaba vacío. Caminé hacia la ventanilla de pagos y cubrí la cuenta con mi tarjeta. Firmé con una mano temblorosa. Nadie lo haría por mí.
Salí al pasillo con el cuerpo destrozado y el alma aún peor. Y entonces los vi.
En la entrada del hospital, bajo las luces frías, Javier avanzaba con una mujer a su lado. Vestido rojo, labios como sangre, un perfume que llenaba el aire. Lola.
Él la sostenía con cuidado, como si fuera de cristal. Y ella sonreía, segura y ganadora.
Sentí cómo mi rabia oprimía al dolor. Mis piernas se movieron solas, ignorando las punzadas en mis heridas.
—Javier… —mi voz fue apenas un susurro.
Él giró la cabeza. Me miró como si me hubiera encontrado en un lugar equivocado. Pero no dejó ir a Lola. Ni un poco.
Entonces la vi de frente. Y mi corazón se detuvo.
Era como verme en un espejo. Su rostro, sus rasgos, hasta la curva de sus labios. Lola era… yo.
No era solo una mujer. Era la original. Yo no era su esposa. Yo era la imitación.
ESTA É UMA OBRA DE FICÇÃO, NO ENTANTO...- De acordo com o Conselho da Europa (integrante do sistema europeu de proteção aos direitos humanos), a violência doméstica é a principal causa de morte e deficiência entre mulheres de 16 a 44 anos de idade e mata mais do que câncer e acidentes de trânsito.- Mais de 40% das violências resultam em lesões corporais graves decorrentes de socos, tapas, chutes, amarramentos, queimaduras, espancamentos e estrangulamentos.- Um levantamento da OMS (Organização Mundial da Sa&uacu
− Chegamos... - alertou Daniel, após estacionar o carro em frente ao enorme prédio de aspecto sombrio, localizado na zona oeste de São Paulo. - Ainda pode mudar de ideia... Dar mais algum tempo.A boca ressequida de tanto nervoso, Adriana disfarçou com um sorriso, antes de falar:− Não, não posso. E obrigada por compreender.− Pra ser sincero, eu não compreendo, Dri. - Ele deixou escapar um suspiro, também estava com os nervos à flor da pele. - Mas aceito sua decisão.Num gesto tranquilizador, para ambos, Adriana pegou a mão de Daniel e entrelaçou seus dedos aos dele, apertando-os com força. Era um gesto, um pequeno gesto. Mas
Festas. Natal. Sentimentos múltiplos se passavam pelo coração de Adriana nessa época do ano. Era-lhe impossível não lembrar que a data de seu aniversário, dia 25 de dezembro, era também uma data fictícia. Assim como era impossível não lembrar que precisamente no Natal fora abandonada pela mãe, pela própria mãe, em um cesto.Como uma mãe tem coragem de fazer isso com uma filha?, perguntava a si mesma, enquanto olhava pela varanda a cidade toda enfeitada, colorida e iluminada por pequenas luzinhas que se destacavam em cada porta, em cada janela, e até mesmo nas árvores e edifícios. A cidade estava linda, e poucos lugares no mundo podiam transmitir tanta alegria e tanta prosperidade. Apesar disso, Adriana estava lutando para não mergulhar na tristeza.
Férias. Até que enfim!, pensou Daniel, enquanto ajeitava algumas peças de roupas em uma mala.Nunca ansiara tanto por suas férias. Estava de viagem marcada para o Rio Grande do Norte para o dia seguinte, dia 23, antevéspera do Natal, e faria uma surpresa para Adriana e Letícia. Não via a hora de vê-las, pois a saudade que sentia parecia destroçar seu coração a cada momento.Por diversas vezes, durante aqueles seis meses, sentiu vontade de ir vê-las, mas toda vez que ligava para Adriana, do orelhão da faculdade, ela alegava que ainda não era hora, que era perigoso e que ainda não estava preparada.Mas preparada para quê, meu Deus?!,perguntou-se Daniel, men
Embora o sol potiguar já entrasse com vigor pela treliça da janela do quarto, ainda era cedo quando Adriana despertou, assustada, coração disparado, suando em bicas. Não conseguiu dormir direito quase a noite inteira, pensando, refletindo quanto à decisão que havia tomado, e, quando finalmente conseguiu pegar no sono, teve um terrível pesadelo. Esporadicamente, tinha o mesmo sonho: Beto entrava em seu quarto e a espancava violentamente, depois de estuprá-la.Acordou com o rosto molhado pelas lágrimas, sufocando os soluços para não despertar a filha que dormia tranquila ao seu lado.Já fazia algum tempo que não sonhava com Beto, mas talvez a decisão que havia tomado tivesse mexido com sua cabeça, com seus sentimentos, pensou Ad
Ainda era cedo, nem dez horas da manhã, quando Roberto abriu bruscamente a porta do escritório de Waldo Prates. E já estava completamente embriagado, além de drogado.− Quero saber notícias da minha mulher – disse, aos berros.Foi impossível para Waldo não levar um susto diante da cena que viu. Roberto estava em péssimo estado. Os olhos vermelhos, injetados, e as roupas sujas. Parecia que não dormia havia dias.− Meu Deus, cara, o que aconteceu com você?!− Nada! – respondeu ele com um bafo horrível.− Está bêbado a esta hora da manh&ati
Último capítulo