EMMA
A la mañana siguiente, me desperté sintiéndome extrañamente bien. Bajé la pierna de la cama justo cuando recordé lo de la noche anterior. Me sonrojé incómoda. ¿Qué demonios me pasa? No podía creer que hubiera llorado contra su pecho, que hubiera disfrutado de sus azotes. Definitivamente algo anda mal conmigo. Por suerte, no tuve tiempo de pensarlo mucho, porque la puerta se abrió de golpe y entró Hazel cantando suavemente. Parecía una canción con acento, así que ni me molesté en preguntar, a pesar de lo pegadiza que era la melodía.
"Buenos días, mi señora, ¿ha dormido bien?", preguntó y se giró para abrir la puerta cuando llamaron. Miré hacia la puerta con el corazón acelerado por la emoción, que se calmó rápidamente al notar que era una camarera quien me traía el desayuno. Me regañé para mis adentros y me levanté de la cama.
"Sí, dormí bien, ¿y tú?", le pregunté, ignorando la mirada de sorpresa que me dirigió la camarera antes de salir. Me pregunto qué habría pasado o si por cas