DUSTIN ULIBARRI
Llego al apartamento que compartimos Mireya y yo de mal humor. Esperaba ver a la dama que me brindó el mayor placer de mi vida, pero ella no fue, de nuevo.
Me desvisto y me acuesto para intentar dormir, pero no lo consigo. Ver a mi novia durmiendo a mi lado con un camisón que antes me provocaba mil deseos ahora no causa nada en mi. La observo notando que cuando se gira y me da la espalda su trasero queda en primera plana. Antes adoraba verla así, pero ahora solo la cubro con las sábanas y me pongo de lado dándole la espalda.
Mireya no tiene la culpa de mi rechazo. Si una seductora mujer no hubiese aparecido para someterme, seguramente yo no la hubiese engañado y ahora mismo estaría teniendo el mismo sexo tradicional de siempre.
El sueño me invade y con él comienzo a imaginarme en un cuarto sexual, esposado por la diosa desnuda que se hace llamar "Shadow". Ella se vuelve más atrevida que la primera noche y mucho más demandante. Sus órdenes me resultan sensual