A sus 24 años, la vida de Ignacio se ha convertido en una rutina difícil de soportar; sin emociones y atrapado por una soledad que no le da tregua, vive cada día como esperando a que algo cambie. «Tengo que hacer algo diferente con mi vida» piensa. Un día recibe un extraño mensaje de una desconocida, que intenta ganarse su confianza y su amistad. «¿Será una estafa?» se pregunta Ignacio. Varios mensajes después, la misteriosa mujer lo invita a un lugar secreto en internet, con la excusa de que se encontrarán en un espacio más íntimo en donde podrán conocerse mejor. «Es sólo un chat. ¿Qué podría salir mal?». Ignacio ingresa entonces a rusticmetaverse.com y se sorprende al encontrarse en el mundo virtual más increíble que haya visitado jamás. Un metaverso secreto, creado con una tecnología que desafía todo lo que conoce. A medida que se adentra en el metaverso, va descubriendo el verdadero objetivo de Rustic Metaverse y de quienes lo habitan. Nada es como él cree. Y lo que sería una inocente cita, comienza a transformarse en una pesadilla que amenaza su vida en el mundo real. Sin quererlo, Ignacio se verá arrastrado a una aventura que lo llevará a lugares remotos del Sudamérica, en una misión que podría cambiar su destino y el de la humanidad para siempre. A pesar de no sentirse preparado, se verá obligado a enfrentar la amenaza, antes de que la civilización como la conoce, desaparezca llevándose todo aquello que él ama.
Leer másEl sol de la mañana en la Bahía de Dickenson, en la isla caribeña, brilla intensamente sobre las aguas color turquesa y las enormes hojas de las palmeras que contrastan con las blancas arenas. Por la playa de la extensa bahía, un pequeño grupo de personas aparecen de entre la vegetación y caminan por la arena hasta sentarse cerca de la orilla. Otros grupos aparecen más lejos por la misma playa, sentándose también mirando hacia el mar.En una montaña del sudeste asiático llamada Nong Khiaw, se han reunido un gran número de personas que se han sentado en sus faldas, mirando hacia el valle.En el desierto de Atacama en Chile, también se han reunido un gran número de observadores que se han situado debajo de quitasoles y carpas.Después de 20 minutos, cientos de otros lugares de la tierra se han llenado de personas, observando paisajes naturales en silencio.
Quince minutos más tarde, el vehículo se detiene frente a una cabaña de madera, con sus paredes exteriores revestidas por las típicas tejuelas de alerce que conforman la arquitectura tradicional del sur de Chile.—Llegamos —dice Ignacio, apagando el motor.Mira a Jessica. Ella le devuelve la mirada. Se quedan así un momento. «Ella me ha apoyado en todo… Y yo no le he preguntado nada sobre su familia o sobre lo que siente».Ignacio se siente culpable, egoísta.—Pase lo que pase de aquí en adelante, quiero que sepas que te agradezco de todo corazón tu apoyo… Y que te quiero mucho. Te prometo que apenas podamos, vamos a ir a buscar a tus padres. Estamos juntos en esto y seguiremos juntos.Jessica lo mira con ternura. Se a
Una hora más tarde, el Eurocopter AS532 Cougar sobrevuela el helipuerto del hospital de Puerto Montt. Ignacio observa un gran número de carpas rectangulares blancas en los estacionamientos y jardines, que antes no estaban ahí. Hombres y mujeres de blanco se mueven, entrando y saliendo del hospital con bultos. El helicóptero finalmente aterriza.—Ya pueden bajar —dice uno de los comandos que abre la puerta. Ignacio desciende primero y ayuda a bajar a Jessica, que aún está con problemas de movilidad, debido a las lesiones que todavía no sanan por completo. Ambos caminan abrazados, alejándose de la aeronave en dirección a la entrada principal del hospital.—No pueden andar aquí sin mascarillas —dice una enfermera que se acerca, entregándoles luego una a cada uno.—Disculpe. Gracias —responde Jessica, colocándose la mascarilla de tela. La mujer se aleja en dirección a una de las carpas.—¡Perdone! ¡Una consulta! —grita Ignacio. La enfermera se detiene y gira.
El equipo Delta se encuentra desarmado a unos 20 metros de los tres helicópteros del ejército chileno, que aterrizaron junto al Black Hawk en la playa frente a la gasolinera. Ignacio y Jessica se suben al que está al centro, escoltados por varios comandos que llevan máscaras antigases. Algunos se mantienen apuntando en todo momento a los Delta con sus rifles SIG SG 540. Una vez que todos han subido a sus respectivas naves, comienzan a elevarse. Ambos jóvenes levantan sus manos despidiéndose del equipo. Jason, de brazos cruzados, responde sólo con una sonrisa y asintiendo con su cabeza.—¡Adiós novato! —se despide Carol. Los demás integrantes del equipo observan resignados.La playa va quedando atrás con los Delta sobre la arena. Los helicópteros se adentran en el mar, para luego girar y avanzar paralelos a la costa con dirección norte.—¿Qué nos irán a hacer? —le pregunta Jessica a Ignacio, sentado junto a ella.—Supongo que todo va a depender de si ganamos o perdimos. Si el Ermitaño l
El radio de Jason suena nuevamente.—Nos hemos comunicado con su embajada. Nos han confirmado que efectivamente había un equipo Delta operando en esta zona, pero que fueron abatidos por los putos terroristas. O sea, ustedes.Jason comienza a enfadarse:—Esa información no es correcta… Comuníquense con…—Tienen cinco minutos para entregarnos a los rehenes o los sacaremos en bolsas plásticas.—¡Si entran morirán los ancianos! —grita Charly.—Los ancianos no son nuestra prioridad. Si los asesinan, ustedes serán los únicos responsables.—Parece que el plan no está funcionando —dice Carol—. Para ellos los ancianos no son blancos de interés. Les da igual si los matamos.—Los únicos blancos de interés son los chicos —dice Charly. Todos se miran en silencio.Jason ingr
Ignacio está de pie sobre una colina, mirando una ciudad destruida desde una perspectiva en primera persona. Enormes columnas de humo negro se levantan desde las ruinas hacia un cielo de nubes rojizas. El viento sopla con fuerza. La colina parece estar en el centro de la ciudad. Hacia la izquierda se ve un río de aguas negras que se mueven lentamente, adentrándose entre más ruinas. Hacia la derecha…—¿Quién es ella? —pregunta Jessica.Sin responder, Ignacio se acerca lentamente a la mujer que le da la espalda, mirando la destrucción frente a ella. «¡Es la mujer del cuadro!».—¿Hola? —La mujer no responde
Jessica activa el micrófono:—Estamos conscientes de lo que serás capaz de hacer. Y creemos que harás de nuestro mundo un mejor lugar.Jason mira al techo notoriamente nervioso. El Ermitaño comienza a desplazarse alrededor del avatar haciendo un círculo:—¿Puedo confiar en ti y en tus amigos?—Soy una persona de palabra. Te lo juro por Dios —responde Jessica.—Tu Dios no me da confianza, pero tu palabra sí.—¿Entonces tenemos un trato?—Si me fallan, no tendré piedad con ustedes. Les ayudaré a salvar su distopía, para convertirlo en la utopía que siempre debió ser —dice el Ermitaño.—¡Yes! —exclama Ignacio en voz baja, subiendo y bajando el puño. Luego silencia el micrófono—. Eres una genio —le dice a Jessica besándola en la mejilla.
Ignacio presiona el botón “Login”, pero no ocurre nada. El cursor parpadea al final de los asteriscos en el campo “Password”. Enciende un sistema de audio de cinco parlantes con sonido envolvente y acerca un micrófono de mesa.—Tiene buen audio el viejito. Quizás es youtuber —dice Ignacio, intentando levantar el ánimo de Jessica. Ella responde con una falsa sonrisa. El joven espera unos segundos y hace clic nuevamente sobre el botón “Login”. Esta vez la pantalla cambia y aparece un paisaje nocturno, iluminado por un gigantesco planeta similar a Júpiter, que ocupa gran parte del cielo nocturno y refleja luz sobre el ambiente. Un largo puente colgante de madera se extiende frente a él, cruzando un acantilado que tiene cientos de metros de profundidad. Al fondo, el mar se agita con furia. Pequeñas velas cuelgan cada diez metros por los costados del puente, hasta llegar a un gr
En la sala no hay cámaras. Por razones de seguridad, normalmente los consejeros y la presidenta de los Estados Unidos tienen prohibido ingresar a la sala de crisis de la Casa Blanca con sus teléfonos celulares y laptops. Esto se debe a que estos dispositivos podrían ser vulnerables a piratería y ser utilizados para espiar o comprometer la seguridad de la sala de crisis. Sin embargo, existen excepciones en casos específicos en los que se permite el uso de dispositivos electrónicos, siempre y cuando estén debidamente protegidos y autorizados por el personal de seguridad. Esto se hace para permitir la comunicación segura y la toma de decisiones en situaciones de emergencia o crisis.Ron Klaim, Jefe de Gabinete de la Casa Blanca; Alexander Wood, secretario de defensa; Harry Bennet, Secretario de Seguridad Nacional; Antony Garland, director de inteligencia nacional y la presidenta Anna Castillo tienen sus laptops sobre la mesa. Las únicas cámaras por donde podrían estar espiando a los cons