A sus 24 años, la vida de Ignacio se ha convertido en una rutina difícil de soportar; sin emociones y atrapado por una soledad que no le da tregua, vive cada día como esperando a que algo cambie. «Tengo que hacer algo diferente con mi vida» piensa. Un día recibe un extraño mensaje de una desconocida, que intenta ganarse su confianza y su amistad. «¿Será una estafa?» se pregunta Ignacio. Varios mensajes después, la misteriosa mujer lo invita a un lugar secreto en internet, con la excusa de que se encontrarán en un espacio más íntimo en donde podrán conocerse mejor. «Es sólo un chat. ¿Qué podría salir mal?». Ignacio ingresa entonces a rusticmetaverse.com y se sorprende al encontrarse en el mundo virtual más increíble que haya visitado jamás. Un metaverso secreto, creado con una tecnología que desafía todo lo que conoce. A medida que se adentra en el metaverso, va descubriendo el verdadero objetivo de Rustic Metaverse y de quienes lo habitan. Nada es como él cree. Y lo que sería una inocente cita, comienza a transformarse en una pesadilla que amenaza su vida en el mundo real. Sin quererlo, Ignacio se verá arrastrado a una aventura que lo llevará a lugares remotos del Sudamérica, en una misión que podría cambiar su destino y el de la humanidad para siempre. A pesar de no sentirse preparado, se verá obligado a enfrentar la amenaza, antes de que la civilización como la conoce, desaparezca llevándose todo aquello que él ama.
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“Hasta la más pequeña de las luces, se transforma en una guía en la más completa oscuridad.”
J. E. Fourt
"No es signo de buena salud, el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma"
Jiddu Krishnamurti
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"Cierra los ojos e inhala profundamente… Ahora exhala lentamente por la nariz", dice la voz femenina desde el celular.
Ignacio entreabre los ojos y mira al mar. Las olas rompen con suavidad. El sol ya se oculta. Con su mano recoge algo de arena y la suelta: aún está tibia.
"Inhala nuevamente y mantén el aire en tus pulmones por un instante".
La playa está casi desierta. Una pareja camina de la mano a varios metros a su izquierda, y más lejos a su derecha; un pescador solitario que apenas se divisa a través de la bruma marina, recoge con su caña un anzuelo que retorna vacío.
A sus 26 años, Ignacio aparenta ser más joven. Su aspecto descuidado; su contextura delgada, piel pálida y su barba corta y desordenada, hacen que se vea como si estuviera fuera de lugar.
"Al exhalar libera las tensiones del cuerpo y..." presiona la pausa al video de YouTube y lo retrocede al inicio.
«Una vez más», piensa.
"Cierra los ojos e inhala profundamente". Ignacio intenta reiniciar la meditación.
«Me quedan pocos días de vacaciones».
Al instante aparece en su mente una oleada de imágenes del trabajo. Su cubículo de dos por dos, los tubos fluorescentes, los teléfonos sonando, la pantalla de su computadora notificándole que hay 50 llamadas en espera y la voz de su jefe diciéndole “¡La colación es de una hora!”
"Inhala nuevamente y mantén el aire en…" Ignacio abre los ojos justo cuando el sol comienza a esconderse tras el horizonte. Presiona la pausa nuevamente.
«La vida se me va en una oficina que odio y en un trabajo que no soporto. Estoy vendiendo cada hora de mi vida en…», trata de hacer un cálculo mental rápido, «...una mierda».
El sol se encuentra en el ocaso, como su ánimo. Siente angustia y ganas de llorar, pero se mantiene firme. Las dos semanas de vacaciones están por acabar. Pronto tendrá otro año completo para seguir maldiciendo su vida, pero ahora hay que concentrarse en el presente y disfrutarlo.
El viento parece acariciar su pelo como una madre que consuela a su hijo.
Respira profundamente, retrocede el video, corrige la posición del auricular derecho en el interior de su oído y presiona el botón play.
"Cierra los ojos e inhala..." una notificación interrumpe esta vez la concentración.
«Parece que hoy no es mi día de meditación».
Mira la pantalla de bloqueo del celular y ve un mensaje de Telegram desde un número desconocido. Desbloquea el teléfono con su pulgar derecho y lee el mensaje. Sólo dice “Hola”.
«Luego responderé».
Desactiva los sonidos y deja el celular sobre la toalla justo a tiempo para ver el último rayo de sol.
En el horizonte aparece la primera estrella: hermosa, solitaria y muy brillante.
Toma su celular, abre una app con el nombre Stellarium y dirige la cámara hacia el astro. En la pantalla aparece un punto blanco con el nombre Venus.
A medida que oscurece, aparecen más y más estrellas hasta llenar todo el firmamento. Ignacio sigue sobre su toalla intentando disfrutar el momento, pero su mente no le permite eliminar las imágenes de su futuro próximo.
«¿Cómo puedo cambiar mi vida?».
La voz de su abuelo resuena entre sus mejores recuerdos como si le respondiera desde el más allá.
«Cuando seas viejo como yo, los autos que tuviste, la ropa de marca o el último modelo de celular ya no te servirán de nada. Lo único que te quedarán son tus recuerdos. Por eso mejor invierte tus recursos en acumular buenos momentos, más que en acumular cosas. Los recuerdos estarán contigo hasta el final… Y quizás más allá».
Ignacio recuerda también otro diálogo con su abuelo.
«Abuelo, ¿te arrepientes de algo en tu vida? ».
Ante la pregunta, la mirada del abuelo se volvió sombría.
«Me arrepiento de tantas cosas… De lugares que no visité; de aventuras que no viví; de mujeres que no me atreví a besar; de personas a las que nunca les dije que las quería; quizás debí haber trabajado menos y haberle dedicado más tiempo a lo que me hacía feliz… Conocer nuevos lugares, nuevas culturas, estudiar algo más… Pero ahora ya es tarde».
Su voz se quebró.
«Créeme que es mejor arrepentirse de las cosas que hiciste, que de las que no hiciste. Prométeme que harás lo posible por hacer que tu vida sea digna de ser vivida».
«Lo intentaré. Pero a veces la vida se pone difícil y cuesta mucho avanzar. Otras veces es como una pesadilla de la que sólo quieres despertar».
«Entonces vive cada día como si se tratara de un buen sueño del que no quieres despertar».
«Suena bien. Pero no sé cómo hacerlo».
«Hay algo que aprendí… Un poco tarde, pero me ayudó a realizar las cosas que me hicieron feliz».
El abuelo hizo una pausa y se acercó un poco, bajando la voz.
«No permitas que nadie te diga que no eres capaz de lograr tus sueños. Lucha por ellos hasta el final, aunque nadie crea en ti, no dejes de luchar».
Ignacio recuerda los ojos vidriosos de su abuelo, colmados de emoción al compartir sus sabios consejos. O cómo su semblante se iluminaba al narrar sus mejores anécdotas, como si reviviera en ese preciso instante cada vivencia relatada. A pesar de vivir en una modesta casita y con lo justo, se percibía la felicidad que embriagaba al anciano. Tras el fallecimiento de la abuela, abandonó su antiguo empleo, vendió todas sus pertenencias y se entregó por completo a vivir nuevas aventuras, coleccionando esos instantes irrepetibles que le brindaron alegría hasta el último de sus días.
«Sólo me falta ese sueño por el que luchar… Un propósito».
Abre una aplicación en donde tiene sus playlist musicales y busca una de las canciones que usa para subir su ánimo. Selecciona Way Back When de Kodaline, luego saca de su mochila una cámara fotográfica semi profesional, la instala sobre un trípode y la apunta hacia la constelación de las Pléyades. Gira un selector sobre la cámara y en el visor aparece f/3,5. Repite la operación, esta vez presionando un botón al tiempo que gira el selector hasta que aparece 15’. Mira por el visor, pero la imagen se ve borrosa, así que mueve el anillo de enfoque hasta dejarlo en infinito y presiona el disparador.
Quince segundos después aparece la imagen en la pantalla LED: Ignacio esboza una sonrisa apenas perceptible. En la foto se aprecian cientos de estrellas que no se ven a simple vista.
Suena otra notificación que le distrae e interrumpe la canción.
«Mmm... Pensé que lo tenía en silencio».
Desbloquea el celular y ve que hay otro mensaje desde el mismo número desconocido… “Están hermosas las estrellas hoy”.
«¿Qué?… ¿Cómo sabe que estoy viendo las estrellas?».
Algo le resulta curioso: el número comienza con un código de otro país. Abre el buscador de su celular e ingresa el código +41.
“El código de área +41 pertenece a Suiza...” aparece en los resultados.
«¿Suiza? ¿Quién me puede estar escribiendo desde Suiza?».
Busca el huso horario de ese país y es de 4 horas más.
«También es de noche allá. Supongo que ella también está mirando las estrellas… ¿Ella? ¿Por qué pienso que es mujer? ¿Y por qué habla español?».
Ignacio se atropella con sus pensamientos y decide responderle.
Ignacio:
Hola, quién eres?
Ella:
Me llamo Theresa. Y tú?
Ignacio:
Cómo supiste mi número?
Theresa:
Por tu sitio web. Ahí aparece tu número
La página web de Soporte Informático de Ignacio, efectivamente, muestra ese número para contactarle.
Theresa:
¿Cómo te llamas?
«¿Será un engaño?».
Ignacio quiere ponerla aprueba preguntando algo que ya sabe.
Ignacio:
Me llamo Ignacio. ¿De dónde eres?
Theresa:
Soy chilena, pero vivo en Suiza. Me vine a estudiar un postgrado en física, voy en cuarto año. Tú a qué te dedicas?
Theresa entrega varias respuestas anticipándose a las siguientes preguntas. Eso deja a Ignacio con poco margen para continuar la conversación. No sabe qué responder. Cree que cuando le diga que es técnico informático quizás va a dejar de hablarle. O peor aún, bloquearle.
Ignacio:
Estudias educación física?
Theresa:
No jajaja… física a secas.
Ignacio:
Aah que interesante.
—¿Qué interesante?... Qué idiota —se reprende en voz alta.
No sabe qué decir. Nunca había hablado con alguien con ese nivel de estudios.
Ignacio comienza a escribir una frase, se detiene, borra y comienza nuevamente.
“Qué edad tienes?” escribe, sin enviar el mensaje.
«Eso es poco original y no suena bien», piensa.
Borra el mensaje y comienza de nuevo. Intenta armar una frase coherente y que parezca interesante. Sabe que si ella está pendiente del chat, parecerá que está escribiendo algo muy largo, así que debe apresurarse.
Ignacio:
¿Cuánto tiempo llevas en Suiza?
Theresa:
Cinco años
Ignacio resopla, se siente inseguro. «Debe ser una chica rica que en la vida real ni me miraría».
Theresa:
Me gané una beca del gobierno y aquí estoy. ¿Me vas a decir a qué te dedicas?
Ignacio se siente avergonzado. Lleva apenas 5 minutos chateando y ya está emitiendo prejuicios.
«¿Y si le digo la verdad? Lo peor que puede pasar es que siga con mi vida como estaba hace 5 minutos».
La vida de Ignacio es bastante solitaria, rutinaria y casi sin emociones. Después de 2 años sin pareja, siente ansiedad. Para él es extraño que una desconocida se interese en conocerle.
Comienza a escribir nuevamente… Titubea, borra y reescribe.
Ignacio:
Soy empresario. Tengo una empresa de informática.
Rara vez lo han llamado por su sitio web: apenas tiene visitas y sigue siendo empleado de una empresa que no soporta. Pero considera que, por ahora, es mejor no decir toda la verdad.
Theresa:
¿Qué área de la informática?
Ignacio:
Hardware principalmente. ¿Vives sola?
Ignacio quiere cambiar de tema. No es bueno mintiendo y quiere evitar que le pillen en alguna contradicción.
Theresa:
No. Comparto un departamento con una amiga.
Ignacio:
¿Por qué me escribiste?
Theresa se toma unos segundos en responder.
«Quizás no debí ser tan directo», piensa Ignacio inquieto.
Theresa:
Hoy me siento sola. Llevo encerrada tres días a causa de una nueva variante del COVID y nos tienen nuevamente en cuarentena. Disculpa :(
Ignacio:
¡No, no te disculpes! No hay problema. ¿Qué hora es allá?
Theresa:
2:34 am.
Ignacio:
¿Tienes clases mañana?
Theresa:
No, yo también estoy de vacaciones.
Ignacio no recuerda haberle dicho que está de vacaciones. Recorre el chat hasta el inicio, pero no hay nada sobre el tema.
Ignacio:
Cómo sabes que estoy de vacaciones?
Aparece el primer tick a un costado del mensaje, pero el segundo tick que indica que el mensaje fue recibido no llega.
Ignacio:
Hola?
Nuevamente el mensaje queda con un solo tick.
«¿Dije algo que le molestó?».
Mira el chat y presiona sobre la foto de perfil de Theresa. Sólo hay una imagen con una frase en inglés: Everything we call real is made of things that cannot be regarded as real. - Niels Bohr (Todo lo que llamamos real, está hecho de cosas que no pueden ser consideradas como reales).
El sol de la mañana en la Bahía de Dickenson, en la isla caribeña, brilla intensamente sobre las aguas color turquesa y las enormes hojas de las palmeras que contrastan con las blancas arenas. Por la playa de la extensa bahía, un pequeño grupo de personas aparecen de entre la vegetación y caminan por la arena hasta sentarse cerca de la orilla. Otros grupos aparecen más lejos por la misma playa, sentándose también mirando hacia el mar.En una montaña del sudeste asiático llamada Nong Khiaw, se han reunido un gran número de personas que se han sentado en sus faldas, mirando hacia el valle.En el desierto de Atacama en Chile, también se han reunido un gran número de observadores que se han situado debajo de quitasoles y carpas.Después de 20 minutos, cientos de otros lugares de la tierra se han llenado de personas, observando paisajes naturales en silencio.
Quince minutos más tarde, el vehículo se detiene frente a una cabaña de madera, con sus paredes exteriores revestidas por las típicas tejuelas de alerce que conforman la arquitectura tradicional del sur de Chile.—Llegamos —dice Ignacio, apagando el motor.Mira a Jessica. Ella le devuelve la mirada. Se quedan así un momento. «Ella me ha apoyado en todo… Y yo no le he preguntado nada sobre su familia o sobre lo que siente».Ignacio se siente culpable, egoísta.—Pase lo que pase de aquí en adelante, quiero que sepas que te agradezco de todo corazón tu apoyo… Y que te quiero mucho. Te prometo que apenas podamos, vamos a ir a buscar a tus padres. Estamos juntos en esto y seguiremos juntos.Jessica lo mira con ternura. Se a
Una hora más tarde, el Eurocopter AS532 Cougar sobrevuela el helipuerto del hospital de Puerto Montt. Ignacio observa un gran número de carpas rectangulares blancas en los estacionamientos y jardines, que antes no estaban ahí. Hombres y mujeres de blanco se mueven, entrando y saliendo del hospital con bultos. El helicóptero finalmente aterriza.—Ya pueden bajar —dice uno de los comandos que abre la puerta. Ignacio desciende primero y ayuda a bajar a Jessica, que aún está con problemas de movilidad, debido a las lesiones que todavía no sanan por completo. Ambos caminan abrazados, alejándose de la aeronave en dirección a la entrada principal del hospital.—No pueden andar aquí sin mascarillas —dice una enfermera que se acerca, entregándoles luego una a cada uno.—Disculpe. Gracias —responde Jessica, colocándose la mascarilla de tela. La mujer se aleja en dirección a una de las carpas.—¡Perdone! ¡Una consulta! —grita Ignacio. La enfermera se detiene y gira.
El equipo Delta se encuentra desarmado a unos 20 metros de los tres helicópteros del ejército chileno, que aterrizaron junto al Black Hawk en la playa frente a la gasolinera. Ignacio y Jessica se suben al que está al centro, escoltados por varios comandos que llevan máscaras antigases. Algunos se mantienen apuntando en todo momento a los Delta con sus rifles SIG SG 540. Una vez que todos han subido a sus respectivas naves, comienzan a elevarse. Ambos jóvenes levantan sus manos despidiéndose del equipo. Jason, de brazos cruzados, responde sólo con una sonrisa y asintiendo con su cabeza.—¡Adiós novato! —se despide Carol. Los demás integrantes del equipo observan resignados.La playa va quedando atrás con los Delta sobre la arena. Los helicópteros se adentran en el mar, para luego girar y avanzar paralelos a la costa con dirección norte.—¿Qué nos irán a hacer? —le pregunta Jessica a Ignacio, sentado junto a ella.—Supongo que todo va a depender de si ganamos o perdimos. Si el Ermitaño l
El radio de Jason suena nuevamente.—Nos hemos comunicado con su embajada. Nos han confirmado que efectivamente había un equipo Delta operando en esta zona, pero que fueron abatidos por los putos terroristas. O sea, ustedes.Jason comienza a enfadarse:—Esa información no es correcta… Comuníquense con…—Tienen cinco minutos para entregarnos a los rehenes o los sacaremos en bolsas plásticas.—¡Si entran morirán los ancianos! —grita Charly.—Los ancianos no son nuestra prioridad. Si los asesinan, ustedes serán los únicos responsables.—Parece que el plan no está funcionando —dice Carol—. Para ellos los ancianos no son blancos de interés. Les da igual si los matamos.—Los únicos blancos de interés son los chicos —dice Charly. Todos se miran en silencio.Jason ingr
Ignacio está de pie sobre una colina, mirando una ciudad destruida desde una perspectiva en primera persona. Enormes columnas de humo negro se levantan desde las ruinas hacia un cielo de nubes rojizas. El viento sopla con fuerza. La colina parece estar en el centro de la ciudad. Hacia la izquierda se ve un río de aguas negras que se mueven lentamente, adentrándose entre más ruinas. Hacia la derecha…—¿Quién es ella? —pregunta Jessica.Sin responder, Ignacio se acerca lentamente a la mujer que le da la espalda, mirando la destrucción frente a ella. «¡Es la mujer del cuadro!».—¿Hola? —La mujer no responde
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