Capítulo 4 La señorita McKinney está despierta
"¡No, Brendan! ¡Por favor! Te lo ruego, ¡por favooor no!".

Brendan sonrió satisfecho y dijo: "¿No? ¿No qué? Deirdre, Deirdre, Deirdre. ¿Ahora te haces la dura? ¿Hasta dónde puedes caer?".

No podía importarle menos cómo se sentía ella. En todo caso, oírla lloriquear y lamentarse solo lo frustraba aún más.

"B-B-Bren... ¡Por favor, piensa en nuestro bebé!", suplicó. Las lágrimas rodaban por el rabillo de sus ojos. "Nuestro... bebé...".

"¡¿Nuestro qué?! Esa cosa que llevas dentro es el bebé de un p*ta. No tengo ninguna relación con él".

La frialdad de sus ojos podría helar la sangre de cualquiera. Quería castigarla y humillarla para sacudirla de su engaño.

Y lo más importante, hacer que el bebé pereciera en la brutalidad de todo aquello.

"¡Brendan...!", volvió a gritar mientras forcejeaba.

De repente, sueño el teléfono del hombre, obligándolo a detenerse. Respondió a la llamada y puso el altavoz. "¿Qué?", gruñó.

La voz de Steven era de una alegría palpable. "¡Se ha despertado, señor Brighthall! ¡La señorita McKinney está despierta!".

...

Brendan se alejó en medio de la noche. Era más de medianoche y, sin embargo, un minuto después de la llamada, el hombre entro a su coche y se lanzó a la oscuridad. Su reacción mostraba su ansiedad y excitación.

La mujer de sus sueños había vuelto. Ya no tenía que fingir con aquel repugnante impostor.

Deirdre se levantó y se puso la ropa de dormir. Miró a través de las ventanas del balcón, sus ojos rastrearon la silueta del coche, que se desvanecía al final de la carretera.

Sintió un escalofrío en el corazón que se hizo eco de las innumerables punzadas que recorrían cada centímetro de su cuerpo.

Seis años atrás, Deirdre McKinnon había conocido a Brendan en el escenario durante una campaña benéfica. Él llevaba saco y corbata, y ella se había enamorado a primera vista. Sin embargo, la siguiente vez que se vieron fue entre las llamas de una casa a punto de ser destruida. A él casi se lo traga el fuego hasta que ella, sin importarle el peligro, se metió dentro y lo salvó.

Antes de caer inconsciente, le había prometido que la encontraría cuando se recuperara. Le había dicho que se casaría con ella, prometiéndole colmarla de amor.

Sin embargo, al despertar, se había convertido en el prometido de Charlene McKinney.

Deirdre había vuelto a entrar en su vida como imitadora de Charlene. Ahora que la auténtica se había despertado por fin, era hora de retirarse.

-

Deirdre se durmió de pena, pero su teléfono la despertó más tarde. El dolor de su cuerpo no había remitido del todo; se encogió en posición fetal antes de coger el teléfono.

La pantalla encendida mostraba el nombre de Brendan.

Al verlo, se le quitó el sueño. Solo podía haber una razón para que la llamara tan temprano, pero aun así, era antes de lo que esperaba. Charlene acababa de despertarse. ¿Realmente tenía tanta prisa por divorciarse de Deirdre, por dejarla de lado y eliminar todo rastro de ella de su vida?

Recibió otra llamada mientras estaba en trance. Demasiado aterrorizada para ignorarla, contestó y se acercó el auricular a la oreja.

El gruñido impaciente de Brendan sonó al otro lado de la línea. "¡Te quiero aquí ahora mismo!".

"No me encuentro bien", respondió Deirdre en voz baja. Anoche había visto sangre, e incluso ahora podía sentir sacudidas de dolor que asaltaban sus sentidos. "¿Puedes dejarme descansar un poco? Después presentaré los papeles del divorcio, ¿de acuerdo?".

Brendan se quedó extrañamente callado un momento.

"Vuelve. No hay nada que temer. No te estoy pidiendo que tramites el divorcio es este momento, y no me interesa hacerle daño a tu bebé".

Era la primera vez que Deirdre le veía hacer concesiones. Sorprendida, pero lo más importante es que removió algo muy dentro de ella. Brendan nunca mentía. Si le había prometido que no le haría daño a su hijo, no lo haría. Pero aún quedaba una pregunta sin respuesta: ¿por qué tenía tanta urgencia por traerla de vuelta?

‘¿Podría haberse dado cuenta de que, a pesar de que Charlene está despierta, siente algo por mí? ¿Que, como mínimo, merezco una conversación sincera?’, pensó Deirdre.

La idea prendió como un fuego en su mente. Sabía que la posibilidad era remota y, sin embargo, se sintió conmovida. Se cubrió rápidamente con un abrigo, salió de casa y llamó a un taxi.

Durante el trayecto, su imaginación dio rienda suelta a su imaginación. ¿Qué iba a ocurrir a continuación? Se preguntó una y otra vez hasta que entró en la mansión.

El salón estaba más lleno de lo que Deirdre esperaba.

En cuanto Brendan la vio, sus cejas fruncidas se relajaron. "Ya está aquí. Recoge su sangre", dijo.

‘¿Recoger mi sangre?’. Deirdre estaba confusa.

Deirdre no tuvo tiempo de reaccionar. Alguien se levando del sofá y cerró los dedos alrededor de su brazo.

"¡¿Qué estás haciendo?!", gritó Deirdre e intentó zafarse de aquel agarre.

Brendan entrecerró los ojos con impaciencia. "Charlene está inconsciente. Alguien tiene que donar sangre, y ese alguien eres tú. Vas a ir ahora mismo, así que deja de perder el tiempo y salva la vida de Lena".

Deirdre se quedó muda. "Tú... tú me dijiste que viniera... ¡¿porque querías que donara mi sangre?!".

"¿Por qué otra razón pediría que vinieras?", se burló Brendan. "¿Porque me importas una mierda? ¿Porque quiero que vuelvas y descanses?".

El rostro de Deirdre palideció. Sus esperanzas, sus deseos y su imaginación no habían sido más que fantasías. "¡Estoy embarazada, Brendan! ¿No puedes conseguir bolsas de sangre de emergencia en el hospital o algo así? Eso seria más razonable que pedirle a una embarazada que done sangre". Le temblaban los labios y sentía que el corazón se le hundía en un pozo de fragmentos y agujas. "¡Me estás pidiendo que muera, Brendan!".

"¿Y? ¿Crees que me importa una m*erda que te mueras?".

Brendan siempre había odiado la facilidad con la que mencionaba su muerte, era tan irritante. Su atención se centró en su cintura, y una mueca se dibujó en sus labios. "Pero no te estoy obligando a nada, ¿verdad? Eres libre de decir que no, pero también estarás diciendo que no a la supervivencia de tu bebé. Me aseguraré de que no viva para ver el mañana".

Deirdre sintió que un escalofrío se apoderaba de su cuerpo y, sin embargo, no pudo luchar contra él. Sintió que sus hombres la empujaban y la empujaban escaleras arriba... hacia el segundo piso.

Nunca había estado allí, ni siquiera una vez, a pesar de llevar dos años casada con él. Tampoco había imaginado nunca que se le concediera la oportunidad con el único y cruel propósito de ser la donante de sangre de alguien.

La empujaron hacia la cama, inmovilizándola. Los ojos de Deirdre se posaron en Charlene, que estaba en la cama de al lado.

Siempre había creído que simplemente se parecían. Un parecido del ochenta por ciento, quizá, pero no era así en absoluto. Era como mirarse a sí misma: un clon cuyos rasgos reflejaban los suyos con absurda exactitud.

Eran como gemelas. Pero eso no significaba que disfrutaran del mismo trato.

Solo Charlene era objeto del amor y la ternura de Brendan. Deirdre vio cómo cada centímetro de escarcha del rostro de Brendan se derretía al ver a su musa. Le vio subir la manta hasta la barbilla de Charlene con una delicadeza preciosa. Lo vio volverse hacia el asistente médico que estaba cerca y le oyó decir: "Saque toda la sangre que necesite. No quiero que Lena sufra más".

Entonces, Deirdre sintió que la cabeza le daba vueltas y se desmayó.

Cuando despertó, ya no tenía fuerzas en las extremidades. Instintivamente, se agarró el abdomen, con los ojos enrojecidos.

Brendan era demasiado cruel. Realmente deseaba que el bebé muriera.

"¿Señorita McKinnon?".

Una voz suave la alertó. Deirdre giró la cabeza; Charlene ya estaba despierta. Estaba sentada en su lecho de enferma y Deirdre se dio cuenta de lo serena que estaba. Puede que tuvieran el mismo aspecto, pero las vibraciones entre ellas no podían ser más diferentes. A diferencia de ella, Charlene se sentía como una princesa natural nacida para ser alimentada por el amor y la devoción de un hombre.

"Señorita... McKinney...", Deirdre la llamó. Le dolía separar los labios agrietados para hablar.

No sabía qué sentir por Charlene. ¿Estaba celosa? Bueno, le parecía que incluso sentir celos de ella estaba por encima de su estatus. Deirdre estaba demasiado abajo en el barro como para competir con Charlene de ninguna manera, ¿no?

La envidiaba. Envidiaba el privilegio que tenía Charlene: el privilegio de ser amada por Brendan Brighthall.

Charlene le dedicó una sonrisa. "Llámame Lena. Es el apodo que me puso Brendan", respondió. "Te dio muchos problemas por mi culpa, ¿verdad? Siento mucho que hayas tenido que vivir eso durante dos años".

"No es nada", dijo Deirdre en voz baja. La amabilidad de Charlene solo hizo que le costara mirarla a los ojos. "Nos... Solo nos estábamos utilizando mutuamente", dijo Deirdre.

"Charlene tarareó, curvando los labios. Sus ojos se posaron en el abdomen de Deirdre antes de oscurecerse. "Y una de las formas en que lo utilizabas era haciendo lo que fuera necesario para que te penetrara".

Deirdre se quedó de piedra. Le pareció un puñetazo. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, Charlene sonrió de repente. "¡Estaba de broma! ¿Me pasa un vaso de agua, señorita McKinnon?".

"De acuerdo". La cabeza le daba vueltas, pero Deirdre se obligó a coger la taza que había en la mesilla de noche. Estaba a punto de pasársela a Charlene cuando ésta se la quitó de un manotazo.

"¡Está muy caliente!", chilló.

El agua hirviendo escaldó la mano de Deirdre y el dolor le quitó el color de la cara. Apenas tuvo tiempo de preguntarse por qué Charlene había hecho eso cuando alguien entró corriendo por la puerta.

Una fuerza tiró a Deirdre de la cama.

"¡¿Qué diablos estás haciendo?!", gritó.

Levantó la cabeza y vio a Charlene acurrucada en los brazos de Brendan, con el rostro pálido por el pánico y la preocupación. Era como si deseara que los dos se fundieran en uno solo, sobre todo si eso significaba que podría protegerla para siempre.

Los ojos de Charlene enrojecieron mientras explicaba: "No fue nada, B-Bren. Solo estaba preocupada, ¿sabes? Lo entiendo, ahora que estoy despierta, va a perderlo todo. Solo quería advertirme de que no me pasara de la raya. Realmente desearía poder decirle que no tenía que hacerlo. Siempre respetaré tu elección, Bren, incluso si esa elección no soy yo. Los dejaré solos a los dos".

"¿Ella? ¡¿Mi elección?!", Brendan gruñó y lanzó dagas a Deirdre. "¡Sobre mi cadáver! Ella nunca ha sido una elección, solo era una mald*ta p*ta a la que llamaba cuando me daba las ganas".
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