Era una brillante mañana de viernes en la escuela de cocina. El olor a masa fresca y verduras cortadas llenaba el aire. Las mujeres estaban en sus estaciones, usando delantales y concentradas en sus tareas.
Faye estaba al final de la cocina, mezclando harina y huevos para su repostería. Al otro lado, la señora Doris picaba verduras en silencio. Las dos no habían hablado desde la reunión familiar. El silencio entre ellas era denso y pesado.
Una de las mujeres, curiosa por la quietud, las miró y dijo:
—¿Qué pasa? ¿Están peleadas o algo así? No han dicho ni una palabra desde que empezó la clase.
La señora Doris se detuvo, sosteniendo el cuchillo en el aire.
—¿Pelea? —preguntó con calma—. No lo creo.
La mujer se rió suavemente.
—Bueno, ustedes parecen peleadas. Pero, honestamente, el divorcio no es gran cosa hoy en día. Incluso podría conseguirle a su hijo una segunda esposa si quieren.
El sonido del cuchillo cayendo sobre la mesa hizo que todas se sobresaltaran. La señora Doris se volvió