Faye estaba sentada en la habitación de su abuelo.
El anciano estaba sentado en su cama, las gafas apoyadas en su nariz, mientras Faye permanecía quieta en una pequeña silla frente a él. Le contó todo lo que la niñera Cordelia había revelado.
Cuando terminó de hablar, su abuelo soltó un suspiro profundo.
“Entonces Josey debe haber sido la que envenenó tu comida”, dijo despacio, mirándola fijamente.
Faye asintió, sus manos apretándose sobre su regazo.
“Siempre fue cruel conmigo, abuelo. Especialmente cuando empecé la secundaria. Tal vez descubrió que soy la verdadera hija de mi padre. Ahí fue cuando todo cambió.”
Su abuelo frunció el ceño, pensativo.
“Pero ¿cómo se enteró?”, preguntó suavemente.
Faye bajó la mirada.
“No lo sé”, respondió. “Eso es lo que también quiero descubrir.”
El anciano se recostó en su almohada y entrelazó las manos.
“Me preguntaste cómo llegó Josey a casarse con tu padre”, comenzó. “Ella era asistente en la oficina de la secretaria en aquel entonces. Muy educada.