Esposa.
Tenía esposa.
Pero me había besado, había estado todo el maldito día conmigo haciéndome sentir que de alguna forma estábamos juntos, de hecho lo que había recordado, las peleas y todo eso solo parecían guerras comunes de novios... o una guerra un poco toxica.
Mis mejillas cosquillearon un poco y una fea sensación me cubrió el pecho, puede que celos, muy feos celos. En cambio forcé una sonrisa en mis labios y fruncí el ceño.
—Tu… esposa —susurré sintiendo la voz estrangulada.
—Es mi vida —dijo dejando relucir una enorme sonrisa, incluso sus ojos brillaban, los celos comenzaron a carcomerme cuando aclaró su garganta y gritó: — ¡Mariana ya llegué!
Escuché unos pasos insistentes y rápidos, luego unos ladridos agudos, hasta que una bola de pelos blanca termin&