Treintaiuno

Esposa.

 Tenía esposa.

Pero me había besado, había estado todo el maldito día conmigo haciéndome sentir que de alguna forma estábamos juntos, de hecho lo que había recordado, las peleas y todo eso solo parecían guerras comunes de novios... o una guerra un poco toxica.

Mis mejillas cosquillearon un poco y una fea sensación me cubrió el pecho, puede que celos, muy feos celos. En cambio forcé una sonrisa en mis labios y fruncí el ceño.

—Tu… esposa —susurré sintiendo la voz estrangulada.

—Es mi vida —dijo dejando relucir una enorme sonrisa, incluso sus ojos brillaban, los celos comenzaron a carcomerme cuando aclaró su garganta y gritó: — ¡Mariana ya llegué!

Escuché unos pasos insistentes y rápidos, luego unos ladridos agudos, hasta que una bola de pelos blanca termin&

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