Los días pasaron y Lucero no comprendía porque Neri no quería contactar con Tiago, al ruso se lo veía mal, por lo que, decidida en ayudar a su amigo, la princesa Bach partió al bar del moreno.
— ¿A dónde vas? — la voz de Dulce la detuvo justo antes de subir a su automóvil.
— Casi me matas de un susto, ¿Por qué no hacen ruido cuando caminan? — se quejó la castaña y Dulce sonrió.
— Porque soy un Ángel. — respondió con picardía.
— ¿Cómo interpreto eso? — rebatió con cara de confusión.
— Como quieras, dime ¿a dónde ibas?
— Vamos querrás decir, iremos a ver a Tiago. — un sudor frio corrió por la espalda de la pelinegra.
— ¿A qué? O ¿para