Capítulo 9
Romeo seguía sin aceptar el divorcio, pero yo ahora ya tenía demasiadas pruebas en mi mano. La señora Sánchez estaba preocupada de que él pudiera hacerme daño por la desesperación, por lo que insistió en que me mudara a su casa. No le tenía miedo a Romeo, pero lidiar con él era en realidad algo agotador. Sin pensarlo más, me mudé a su casa, donde vi un cuadro.

—¿Por qué este cuadro está aquí? —pregunté con curiosidad.

La señora me abrazó suavemente y me explicó con voz tranquila:

—Yael recuerda muy bien tus palabras. Le dijiste que usarías ese nombre como firma cuando pintaras. Por eso, cuando la galería vendió esa obra, él la reconoció al instante.

Era mi obra. Alguien la había comprado a un precio elevado, y ese dinero había solucionado una crisis en nuestra familia en ese entonces. Después intenté contactar al comprador para agradecerle, pero la galería dijo que él no quería revelar su identidad. Resulta que fue Yael quien la compró…

La señora sonrió:

—Conozco bien a mi hijo. Yael c
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