Misterio

Sentía el cuerpo pesado y la cabeza me dolía mucho. Un agudo dolor en el cuello hizo que abriera los ojos y viera cara a cara a esa mujer. Sus ojos, lo que debía ser de color blanco, ahora era totalmente negro, mientras el centro de su ojo era una diminuta bola roja brillante. Mi corazón se estrelló estrepitosamente contra mi pecho, pensando en que el diablo en persona se había aparecido frente a mí para llevarme a su aposento maligno.

—Permíteme entrar, Alicia — clavó las uñas alrededor de mi cuello, presionando mi cuerpo contra la humedad de la tierra—. Déjame ver de qué está hecha tu alma.

No podía respirar, se me hacía muy difícil salir de aquel agarre y tomar, aunque sea un poco de aire. La mu

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