Celebramos el quinceañero de Alondra y Patricia en una gran fiesta que hicimos en la casa a la par, por supuesto, del cumpleaños de Rudolph Jr. En realidad, me sentí más aliviada, porque percibía que los niños se hacían ya grandes y serían capaces de enfrentar las vicisitudes de la vida.
Mi amiga Alondra también hizo una gran fiesta para su hijita mayor, Patricia. -Hace poco recién habíamos dado a luz y ahora ya estamos muy viejas, je je je-, le dije, brindando con Alondra con champán.
-Es la ley de la vida, Patricia-, me abrazó ella muy emocionada.
Y esa noche le volví a decir a Rudolph, muy convencida y resoluta. -Créeme mi amor, yo no lo hubiera logrado sin ti, aún seas un fantasma y que tan solo te vea yo. Tú has estado siempre allí, conmigo, como la columna principal de mi vida-, le confesé haciendo correr mis lágrimas de los ojos.
-Tú lo has logrado sola, Patricia, los niños son tu hechura-, me recalcó y nos sumergimos nuevamente en miles de besos y caricias.
EPÍGOLO