Capítulo 8. Tomando posesión.
Capítulo 8.
Tomando posesión.
Ricardo la deja marchar; ella camina de vuelta al sofá y se acomoda para descansar, mirando su silueta desde el sofá mientras él come.
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Para Ricardo, comer su comida es un deleite: cocina excelente, como si supiera exactamente cómo le gusta a él, tóxico; lo dejó crocante, simplemente exquisito, al igual que ese jugo de naranja, nada amargo, dulce, natural, fresco. No puede evitar reconocer que tiene buenas habilidades en la cocina. Tras comer, él se levanta, camina a su habitación sin poder ignorarla acostada en el sofá, ya dormida. Él la mira en silencio por unos segundos y se aleja; su expresión es seria, mientras que su mente le juega una mala pasada. Mientras está en la cama, la recuerda, hace solo minutos atrás, casi desnuda, demasiado provocativa. Su nuez de Adán se mueve al pasar saliva, amargamente hermosa, demasiado como para ignorarla. El silencio en la habitación no se compara con el ruido en su mente: pensamientos, imágenes, y poco a po