Capítulo 5

Rechazo

Cuando la conversación de Luka y el cliente continuó, Ilya no volvió a mirar a Isabella. Su mente solo podía centrarse en una cosa. Su compañera. Y lo que eso significaba para él, para su vida, para su futuro, pero aún no estaba preparado para enfrentar lo que vendría. No lo estaba. No lo quería.

Pero ya nada sería lo mismo.

La cena fue una danza de miradas, palabras cuidadosamente elegidas y la presión latente de negocios que se desenvolvían bajo la superficie. A medida que el último plato se retiraba y los cigarrillos eran encendidos, Ilya sentía el peso de la noche en sus hombros. El cliente vampiro había tenido sus palabras de agradecimiento, pero Isabella... ella no dejaba de mirarlo, con esos ojos que desbordaban una intención clara. Sabía lo qué quería de él, pero una cosa era segura: no lo iba a conseguir.

La conversación llegó a su fin y Luka se levantó de su asiento con la misma elegancia tranquila que lo caracterizaba. Los dos hombres se estrecharon las manos con firmeza, sellando el trato con una sonrisa de camaradería calculada. Mientras tanto, Isabella no apartaba los ojos de Ilya, como si cada segundo en su presencia le diera fuerzas para hacer algo que Ilya sabía que no iba a resultar. No era un prostituto por mucho que Luka lo presionara.

El aire en el comedor era espeso, como si el tiempo hubiera ralentizado su curso solo para ellos. Cuando finalmente todos se pusieron de pie, Ilya dio un paso al frente, colocándose en una postura en la que podría mantenerse vigilante. El cliente se despidió con una inclinación de cabeza escoltando a Isabella e Ilya los acompañó hasta la puerta del hotel, donde el coche de lujo aguardaba en la entrada, bajo una luz cálida que parecía burlarse de la frialdad de la noche.

El crujido de los tacones de Isabella sobre el mármol resonó en el espacio

Al llegar al umbral, el sonido de los tacones de Isabella se detenía con la misma precisión con la que siempre calculaba sus movimientos. Ilya se detuvo detrás de ella hasta donde el coche de lujo esperaba, sin apresurarse. Sabía que aún quedaba algo en el aire, algo que necesitaba despejarse antes de irse. La tensión seguía dándole vueltas en el estómago, el recuerdo de sus manos bajo la mesa, su contacto y su audacia, todo se combinaba en un cóctel de emociones que no quería sentir, porque lo enfurecían, pero él no podía evitarlo. Nadie tocaba su territorio, menos su polla sin su permiso.

Isabella se detuvo junto al coche, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y deseo en tanto su padre entraba primero. Se giró lentamente hacia Ilya, su figura iluminada por la luz suave de las farolas, la silueta perfecta de una mujer acostumbrada a tener lo que quería.

- ¿Seguro que te vas tan pronto, Ilya? - su voz, baja y provocativa, fue acompañada de una sonrisa ladeada, esa que solo alguien como ella podría tener, acostumbrada a tener todo lo que quería sin esfuerzo. Se acercó más, apenas unos centímetros entre ellos, su perfume dulce y embriagador llenando el espacio entre los dos.

Ilya no se movió, pero sus ojos se oscurecieron al sentir el roce de su cuerpo contra el suyo. Un leve movimiento de su mano rozó su pecho y, aunque se mantuvo impasible, su cuerpo reaccionó con una tensión palpable. Isabella lo miró de reojo, su dedo deslizándose por el borde de su chaqueta, casi tocando su corazón.

- Sé que no eres un hombre de muchas palabras, pero tal vez esta noche, si te ofrezco algo más... podríamos disfrutar de un buen rato. - sus labios se curvaron en una sonrisa de desafío, mientras su mano rozaba la solapa de su chaqueta, insinuante, buscando su respuesta.

Ilya no dejó que sus emociones se desbordaran, no iba a ceder a su juego. Su mandíbula se tensó, pero su rostro permaneció inmutable, frío. Dio un paso atrás, su mirada fija en Isabella, sus ojos claros ahora oscuros como la noche. El control de sí mismo era lo único que le quedaba y no iba a permitir que ella lo desbordara.

- No soy de tu clase, Isabella. - la voz de Ilya salió baja, medida, pero tajante. Los ojos de ella brillaron con una chispa de sorpresa, pero él continuó - Lo que ofreces no me interesa.

Isabella se quedó quieta, sin decir palabra y, por un momento, el aire entre ellos fue tenso, como una cuerda a punto de romperse, pero ella no se movió, no insistió, aunque algo en su expresión se quebró brevemente, como si no hubiera esperado este rechazo.

-Es hora de que subas a tu auto. Tu padre espera. - le dijo guiándola hacia el asiento sin darle oportunidad de negarse.

Ilya se adelantó y, antes de cerrar la puerta del coche, se detuvo un momento. La sonrisa de Isabella había desaparecido y en su lugar, había una expresión de frustración y desconcierto.

-Están listos para partir. – dijo en voz alta al conductor cerrando la puerta y a los escoltas que estaban en los otros autos.

Ilya, sin mirarla de nuevo, se giró hacia Luka cuando los autos partieron. Este estaba observando la escena desde unos pasos atrás. Sin pronunciar palabra, el mensaje estaba claro. Luka lo había puesto en esta situación y él no lo iba a dejar pasar. Si esperaba que se doblara ante las provocaciones de Isabella, estaba muy equivocado.

- No vuelvas a joderme así. - su tono fue bajo, casi como un susurro, pero cargado de amenaza. Sus ojos ardían con la furia contenida de todo lo que había tenido que soportar esa noche - La próxima vez no seré tan educado. - la última palabra salió con un veneno sutil y, no hubo necesidad de más.

Luka no reaccionó, pero su mirada permaneció fría y calculadora, como siempre. El vampiro líder del clan sabía que Ilya no hablaba en vano. Esta vez, las cosas habían ido demasiado lejos, pero Ilya ya no se preocupaba por eso.

Con un último vistazo a Luka, Ilya subió a su coche, con su rostro imperturbable. La puerta se cerró con un suave clic y el coche arrancó, dejando atrás la luz del hotel y la escena que acababa de terminar, pero en su mente, aún retumbaba la imagen de la mujer, de su marca, de todo lo que había comenzado a desmoronarse sin que él lo hubiera buscado.

Compañera.

La palabra volvía a recorrer su mente como un eco. Y no había forma de que pudiera deshacerse de ella.

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