Bajo la luz de la luna, las aguas termales desprendían un cálido vapor, iluminadas suavemente por farolas colgantes.

La brisa nocturna traía consigo el aroma de hierbas frescas y flores de temporada. El murmullo del agua se mezclaba con el canto lejano de los búhos.

Luna Adalet, en la soledad del lugar, salió del vestidor con una bata de baño que se quitó al ingresar al agua, dejándose envolver por la calidez del vapor.

Recostada en la orilla rocosa, su mirada verde esmeralda se perdió en el vasto cielo estrellado, donde las estrellas parecían opacarse bajo la majestuosa luz de la luna.

«Malcon ama las noches estrelladas, porque Nerina también las amó. Y yo… Las de luna llena, cuando brilla en todo su esplendor», habló Adalet con su loba, Lala.

«¿Nuevamente pensando en él? Ni siquiera ha intentado ponerse en contacto con nosotras. Probablemente… No le importamos lo suficiente», respondió fríamente Lala.

—¡LE IMPORTAMOS! —exclamó Adalet, alzando la voz—. ¡Sé que le importamos, p