Para no preocupar a mis padres, entré a mi habitación sin hacer ruido y respondí el celular.
—Natalia, ¿quién te dijo que te pusieras ese vestido de novia? ¡¿Y qué haces exhibiéndote con ese tipo?! ¿Quién es ese? ¡¿Acaso me estás engañando?!
—¿Hace cuánto te pedí que regresaras a casa? ¡Llevo mucho tiempo esperándote, no me pongas a prueba mujer!
Suspiré para calmarme.
—Carlos, ¿acaso crees que ya eres un alfa? ¿Qué puedes hacer lo que te dé la gana? ¡Nos separamos y punto! ¡Lo que yo haga, lo decido yo! ¿Todavía no lo entiendes?
—¿Qué si estoy probándome un vestido de novia o con qué hombre estoy, eso qué te importa?
—Y esa casa nunca fue mía, ¡esa es tu casa y la de tu familia!
Antes de que pudiera reaccionar, furiosa colgué.
Bloqueé de nuevo su número.
Tirada en la habitación que mis padres habían preparado para mí, pasé toda la noche sin conciliar el sueño.
A las cuatro de la madrugada, mi tía me envió un mensaje.
—¿Cómo encontró Carlos mi casa? ¿Qué le dijiste? Hoy lo vi todo raro