El proyecto MK ultra

Segundo preludio 1988

𝘚𝘪 𝘩𝘢𝘺 𝘢𝘮𝘰𝘳, 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘪𝘤𝘢𝘵𝘳𝘪𝘤𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘳𝘶𝘦𝘭𝘢 𝘴𝘰𝘯 𝘣𝘦𝘭𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘩𝘰𝘺𝘶𝘦𝘭𝘰𝘴 

𝘱𝘳𝘰𝘷𝘦𝘳𝘣𝘪𝘰 𝘫𝘢𝘱𝘰𝘯é𝘴

Fue entonces cuando decidí tomar un rumbo diferente lo que consideraba cotidiano. Me embarqué en un viaje sabático para aclarar mi mente y tratar de comprender porque Emily había terminado conmigo. cogí el dinero que teníamos en un tarro, las llaves de mi auto y decidí partir. En mi tercer parada vi una ficha de empleo y como en aquel momento no tenía, decidí tomar la ficha y llamar al número que aparecía en el papel. No tuve respuesta, e imaginé que el empleo lo había tomado alguien más. 

Al llegar la noche una notificación sonó en mi celular. Era un correo que jamás había visto en mi vida. Uno que dictaba «𝘌𝘭 𝘮𝘰𝘵𝘪𝘷𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘢𝘤𝘵𝘶𝘢𝘭 𝘤𝘰𝘳𝘳𝘦𝘰 𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘴𝘰𝘭𝘪𝘤𝘪𝘵𝘶𝘥 𝘥𝘦 𝘦𝘮𝘱𝘭𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘤𝘵𝘶𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢. 𝘚𝘶 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘢𝘥𝘢 𝘧𝘶𝘦 𝘳𝘦𝘤𝘪𝘣𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦 𝘺 𝘲𝘶𝘦𝘳𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘳é𝘴 𝘱𝘰𝘳 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵á 𝘰𝘧𝘦𝘳𝘵𝘢 𝘥𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰. 𝘌𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵á 𝘴𝘪𝘵𝘶𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘔𝘰𝘶𝘯𝘵 𝘔𝘢𝘴𝘴𝘪𝘷𝘦 𝘺 𝘭𝘰 ú𝘯𝘪𝘤𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘣𝘦 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳, 𝘦𝘴 𝘮𝘢𝘯𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘷𝘪𝘨𝘪𝘭𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘷𝘪𝘵𝘢𝘳 𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦𝘴 𝘪𝘯𝘤𝘰𝘯𝘷𝘦𝘯𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘦𝘴 𝘮𝘦𝘫𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘢𝘣𝘴𝘵𝘦𝘯𝘨𝘢 𝘥𝘦 𝘳𝘦𝘷𝘦𝘭𝘢𝘳 𝘪𝘯𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘢 𝘵𝘦𝘳𝘤𝘦𝘳𝘰𝘴 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴𝘵á 𝘰𝘧𝘦𝘳𝘵𝘢. 𝘦𝘭 𝘵𝘦𝘮𝘢 𝘴𝘢𝘭𝘢𝘳𝘪𝘢𝘭 𝘺 𝘭𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘳𝘢𝘳𝘪𝘰𝘴 𝘱𝘳𝘦𝘥𝘪𝘴𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰𝘴 𝘴𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘢𝘯 𝘢𝘯𝘦𝘹𝘰𝘴 𝘫𝘶𝘯𝘵𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘲𝘶𝘪𝘴𝘪𝘵𝘰𝘴. 𝘍𝘦𝘭𝘪𝘻 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦». Me pareció demasiado extraño que no me contestaran la llamada, y que esa noche se me enviara un correo electrónico. ¿Por qué tanto misterio? No lo sé, pero una cosa era segura, necesitaban a alguien con gran urgencia. 

Durante toda la noche estuve pensando sobre ese inusual correo electrónico. No sabía si lo indicado era aceptar aquella oferta (la paga era increíblemente buena solo por tener que mantener vigilado un lugar). «Que sea lo que Dios quiera», me digo a mi mismo para sentirme más seguro de la decisión que tome. 

Mount Massive; era la primera vez que oía acerca de aquel lugar. La dirección estaba adjunta y cuando me tomé la delicadeza de ponerla en internet, para mí sorpresa resultó que el lugar era un hospital psiquiátrico. A primera vista me sentí bastante incómodo pero no podía dejar pasar esta oportunidad y menos con la escasez de empleo que había. Al día siguiente me dirigí al sitio acordado en el correo electrónico (el camino era un poco largo, quizá media hora de viaje). Cuando llegué, un hombre de aspecto mayor me dió la bienvenida y me mostró las instalaciones del lugar. 

-¿Tienes experiencia cómo vigilante, o esta es tu primera vez? -dijo-. Le respondí con toda sinceridad mencionado que jamás en mi vida había sido vigilante (a pesar de que tuve un sin fin de trabajos, en los cuales el más pesado fue ser obrero, no tuve la oportunidad de probarme como vigilante), no me dijo nada y me terminó de mostrar el lugar. 

Recibí el empleo y empecé a trabajar esa misma noche, hace años no tenía un noche tan horrible. Los lamentos, gritos y sollozos de los internos me ponían muy nervioso, acostumbrarme a ello fue algo difícil pero pude lograrlo luego de mi primer mes. Todo parecía tranquilo y en orden, hasta que cosas extrañas empezaron a suceder. Fue ahí cuando me di cuenta la verdadera razón de la privacidad que ameritaba estar acá. 

Los científicos del lugar comenzaron llamarlo «proyecto mk ultra», una especie de control mental que obligaba al paciente a actuar en contra de su voluntad. Los primeros "voluntarios"(si es que se les puede llamar así, pues usaron a los internos que estaban encerrados en el lugar, tratándolos cómo ratas de laboratorio, y torturando a cada uno de manera espantosa) fueron un total fracaso, algunos murieron y otros quedaron en estado casi vegetal. Los pocos que tenían éxito se les encerraban en habitaciones, yo podía divisar por el medio del cristal como se arrancaban el cabello y se despedazaban la comisura de los labios de manera violenta. La mayoría de conversaciones que tenía la gente que ponía en marcha el proyecto eran ininteligibles, pero en una de las conversaciones pude oír que habían encontrado al perfecto sujeto de prueba, así llegarían a completar su "Dark walker", eso último no lo entendí. 

2

Ahí lo vi, su nombre era William Lovery , su altura de dos metros siete y su complexión robusta. William había sido un soldado que fue destinado a luchar en Afganistán.Tras la guerra estuvo en un hospital psiquiátrico en Texas cómo guardia. Él se encargaba de las cámaras de seguridad en las numerosas salas de vigilancia de la llamada «clinica terapéutica», e irónicamente se veía obligado a utilizar su fuerza bruta para aplacar a los internos más agresivos del asilo; sin embargo poco a poco el estrés post-traumatico de la guerra sumado con el violento ambiente del psiquiátrico comenzaron a aflorar en el, trastornos psicológicos impulsados por un inevitable deseo de matar. Paul y Pauline (compañeros de trabajo de William en aquel tiempo y encargados de limpiar los desastres qué el hacía) habían sido enviados para investigar una serie de asesinatos, descubriendo así que había sido el propio William el que había condenado a muerte a tres internos en el asilo. Así fue como William Lovery fue llevado al hospital psiquiátrico de Mount Massive para ser empleado dentro del proyecto mk ultra, condenando su aún mayor ira y llevándole a un completo descontrol, haciendo de él, el variante más sanguinario de todo el asilo mental. 

Me sentía asustado, no sabía qué hacer; empecé a enviar correos electrónicos de todo lo qué estaba sucediendo en el asilo. Día tras día filtraba información de las atrocidades de éste lugar, y fue en una de esas veces, que fui descubierto. Cómo yo era peligroso para ellos, decidieron incluirme cómo sujeto de prueba. Fui maniatado y empezaron a experimentar conmigo. Habían pasado 3 semanas desde mi inicio cómo experimento, en los cuales hicieron cortes profundos lastimandome los tendones al punto de casi perder la movilidad de las manos, me confinaron en una habitación poniéndome una especie de ultrasonido que me hacía sangrar los oídos. Unos hombres con una insignia que resaltaba "Star corporation" llegaron al lugar con múltiples instrumentos de los cuales yo no tenía idea alguna, y el artilugio principal era un motor de características morfogenéticas que utilizaban para crear un arma biológica y así darla al mejor postor. Los internos con mayor compatibilidad fueron William Lovery y Billy Hope. 

Perdí la noción del tiempo, y también poco a poco empecé a perder la cordura. Quería salir del lugar pero no sabía cómo hacerlo. Siempre me pasaban de habitación a habitación. Una más lóbrega que la otra. para cuando planeé una manera de poder escapar del asilo, el lugar estalló en un descontrol inimaginable, lo que habían creado estaba más allá de sus límites, y no pudieron darse cuenta de ello. 

Cuando me llevaron a la primera planta dos de los guardias de seguridad salieron volando estrellándose contra las ventanas. Unos hombres uniformados y armados llegaron al lugar a dar algo de control a la situación. Los guardias que me llevaban sujeto a sus manos decidieron soltarme y corroborar la situación. Logré escabullirme, con la intención de salir por la puerta de emergencia, las alarmas empezaron a sonar y los científicos corrían desesperados, algunos aterrorizados. Ignoraban que estaba suelto. Caminé un poco más, y noté un charco rojo que avanzaba lentamente por la primera planta. Era sangre. Dos guardias se dieron cuenta de mi presencia y cuestionaron qué rayos hacía en la planta de tratamiento. Corrí y me escondí en el baño, abrí la puerta en donde se encontraba el váter y el espanto me hizo resbalar y fracturarme la mano. Uno de los hombres uniformados estaba partido a la mitad. A lo lejos de donde me encontraba se oían disparos y gritos de dolor inimaginable. De manera rápida corrí hacia la salida trasera del psiquiátrico; salida que se encontraba cerca de donde hacían las numerosas pruebas. La situación era un completo caos. La luz era intermitente, pero la muerte rondaba muy cerca de la primera planta. Estaba mareado y sentí que podía desmayarme, pero logré salir de aquél sitio. Tomé una de las furgonetas que estaban parqueadas a plena salida del lugar y escapé. Conduje hasta Colorado, tomé el dinero que había en la furgoneta y me hospedé en un hotel. La vida es injusta. 

Había pasado un año y ni siquiera lo sabía. Pasé desapercibido lo siguientes diecisiete meses hasta que los asesinatos empezaron a resonar. Me trasladé a Salem en busca de su ayuda. Puede que no lo recuerde pero fui uno de sus pacientes. Al comienzo iba a ser una terapia de pareja pero Emily nunca quiso aceptar esos desapegos sentimentales. Odiaba ventilar sus problemas así que sólo acudía yo. Como buen analista que es usted la relación paciente-terapeuta mejoró. Se le daba bien escuchar y acepto que me ayudó con muchas cosas, pero era muy frecuente notarlo distraído, como un niño que ve un juguete en un centro comercial. 

Cuando me trasladé tuve la duda de si seguiría en esa consulta, era probable que ya no se encontrara allí, y si hubiese sido de esa manera mi escape sólo hubiese un intento de esclarecer la verdad. Llegué a su consulta y me detuve una cuadra antes. Tenía dudas y miedo de si me creería, o si sólo me tomaría por un loco que no sabe diferenciar la realidad de un sueño. Estuve de pié en la cuadra treinta minutos y cómo la duda era ímproba me fui del despacho. Acudí más de una vez a la policía, pero sólo se burlaban de mí llamándome deschavetado, también me lanzaban comida como si fuera un animal que no ha comido durante meses. Cómo el tiempo se estaba acabando opté por seguirlo. Una de esas noches en las qué salió temprano-casi no sucedía- abrí la cerradura de su consulta para escabullirme. Me sorprendió ver lo cambiado del lugar; antes era más ameno y alegre. Con adornos sujetos a la pared. Con múltiples fotos de usted y su esposa. Ahora sólo era una lóbrega habitación, sólo con la foto de Sigmund Freud a espaldas del diván. El librero tenía un poco de polvo al igual que lo libros. Tomé el sillón y abrí la mesa de archivos. Para mi sorpresa habían recortes y rayones de revistas. Los tachones pertenecían a la oleada de asesinatos. A veces el destino armoniza con el tiempo. Salí del despacho y lo continúe siguiendo los siguientes 2 meses.

sé que esto puede llegar a asustarlo pero debe escucharme al menos; después podrá hacer lo que guste como demandarme por allanamiento. Es sólo que todavía me atormentan esos recuerdos. No me permiten dormir. Nunca debí aceptar ese maldito trabajo. William Lovery es mi peor pesadilla. La forma en que asesinaba a los guardias y uniformados es muy similar por no decir igual a los asesinatos de ahora. Señor Thomas debe creerme. 

Thomas vaciló un momento, mientras en la libreta anotaba todo lo que Adam contaba. 

-Yo.. debo pensarlo -dijo Thomas-. No puedo comprobar la veracidad de su historia, y no puedo arriesgarme a sacar a la luz algo falso. 

-Entontes vaya a Mount Massive. Seguramente haya estarán las pruebas que necesita. Eso sí, espero tenga mucho cuidado. William no es nada en comparación a... -no dijo nada más, como si un recuerdo le obligara a callar. 

-No lo sé... No puedo confiar del todo en alguien que se metió en mi casa sin mi consentimiento. Le pido por favor se vaya. Déjeme su número para comunicarme después con usted. Debo tomar con calma la decisión que vaya a elegir. 

Fue una noche inesperada, y un poco turbia. No imaginaba esa confesión tan gigante, tampoco sé que tan cierta puede llegar a ser. Si Roslyn estuviera conmigo ¿Qué diría? ¿Me apoyaría? ¿Me tomaría por un chalado? No sé. Ahora que ella no está, no tengo idea de a quien acudir. Por el momento trataré de descansar e ingerir toda esta información. 

Durante toda la noche estuve despertándome cada dos horas. La duda y la intriga no me dejaban dormir, decidí esperar a que amaneciera. Tomaré una decisión en las próximas semanas. Creo es lo justo para mí y para Adam. Su número de teléfono está en la mesa de archivos, él me dijo que la mayor parte del tiempo tenía disponibilidad así que estaré atento a si me llama, si yo no lo hago. Volví a intentar dormir pero no lo logré. 

La mañana siguiente entré a la consulta y atisbé de nuevo el número de teléfono. Sujeté con mi mano el papel y por un momento alcé el teléfono, luego lo volví a acomodar en su lugar habitual. Le di una mirada corta a los adornos que habían en la consulta pensando en lo que Adam me había dicho. «Desangelado». De esa manera se refirió a mi consultorio. La puerta sonó con agresividad. Vi por el ojo mágico y era el señor David, un cliente habitual que siempre llegaba a la misma hora. Cumplido como siempre. Me gustaba mirar su impaciencia por el ojo mágico. Incluso hubo veces en las que quería dejarlo esperando un poco más; esa desesperación me causaba mucha gracia. Con el señor David ya llevaba un año y medio de terapia, unos 15 minutos durante 6 días. Era un hombre que se quejaba de todo; según él todas las personas disfrutaban verlo demacrado. Vivía con su madre, que ya tenía cierta edad. Estaba enferma y vivía más en la cama que afuera de ella. Había perdido la movilidad de las piernas tres años atrás por un accidente de automóvil (ese día David conducía) en el cual tuvo mucha suerte de salir con vida. También mencionaba lo aburrido y mal que iba su trabajo. «El jefe es una m****a conmigo» me repetía seguidamente. Para que la relación entre paciente y terapeuta mejorara, le contaba cortos aspectos de mi vida, aunque no se me daba mucho. Para alguien que se le da mejor escuchar que hablar, contar cosas acerca de mi vida era un poco complicado. Él sabía que era casado, también se enteró de mí divorcio. Lo supo cuando en una de las terapias notó que en la mesa no se encontraba el retrato que tenía con orgullo de Roslyn.

-¿Señor Thomas, se rompió el retrato de su esposa? Es raro que no se encuentre cómo adorno de su buró. 

-Sí... el marco se rompió así que tuve que m****r a enmarcar de nuevo. Pero no estamos hablando de mí. Señor David, sígame contando de su trabajo y lo demás antes de que se desviara la conversación.

-Nada nuevo la verdad. Lo mismo de siempre. La monótona vida de un adicto al trabajo. -Tenia razón, era lo mismo de siempre. Una historia que ya tenía memorizada. 

La puerta sonó de nuevo, el picaporte estaba con seguro (después de enterarme que habían allanado mi consulta empecé a ponerlo a todo momento), así que con mi mano rodeé. Éste cedió suavemente a la presión facilitándole la entrada a David. Abrí la puerta y lo dejé pasar. Lo senté en el diván para empezar de nuevo con la sesión, sólo que esta vez era diferente, mi cabeza estaba pendiente de otras cosas. De una en particular. La visita de la noche anterior. Pasaron los diez minutos de la consulta y lo dejé marchar. Al cerrar la puerta me sujeté las sienes del embrollo que tenía. Salí de la consulta hacía el restaurante que se encontraba ocho casas abajo. Entré al restaurante y la mesera salió rápido a atenderme. Tenía un largo cabello negro azabache como el color de sus ojos. Una figura esbelta, un placer a la vista. Tenía unos veinte y tantos o unos treinta y tantos, con un toque hogareño. Un no sé qué que la hacía sentir especial. Su acento era bastante peculiar, si tuviera que describirlo diría que era un acento sureño. 

-¿Mesa para uno? -me dijo con una sonrisita burlona-. ¿O acaso está esperando a alguien más?

-No. No estoy esperando a nadie. Mesa para uno por favor. 

-¿En dónde quiere sentarse? Tenemos un asiento vacío al fondo del restaurante, si no le incomoda

-Me parece bien. -contesté con la misma frialdad con la que atendía a mis pacientes-. ¿Cómo te llamas? 

-Sarah, señor. O al menos eso dice mi gafete -volvió a reír de manera burlona, mientras se ruborizaba un poco. 

Sarah me llevó hasta la mesa del fondo del restaurante, y me entregó la carta. 

-Mira, aquí está el menú. Si me permites recomendarte, el especial de hoy es spaghetti. Y para beber te tengo un vino blanco del que no te vas a arrepentir. 

-Está bien. -repliqué mirando hacia la calle. Me había parecido ver a Adam. Quizá sólo era imaginación mía. 

La mesera tomó mi orden y se fue zigzagueante hacía la cocina del restaurante. 

Al cabo de unos cinco minutos Sarah trajo la comida que había pedido, no sin antes pedirme disculpas por la demora. Por mí no había problema ello, la verdad sólo me encontraba en aquel lugar para esclarecer mi mente. Curiosamente la comida me sabía diferente con cada bocado que probaba; a veces desabrida, a veces estúpidamente deliciosa. Tomé el vino y de una bocanada lo bebí, y salí del restaurante dejando una propina sobre la mesa. 

Siento que haber tomado ese pequeño descanso me ayudó a saber qué debía hacer, definitivamente debía llamar a Adam para que me diera más información. Quiero comprobar la veracidad de todo lo que me dijo. ¿Qué es lo peor que podría suceder? Creo que no mucho así que he decidido que iré a Mount Massive. 

Llegué a la consulta, tomé el número y llamé. Nadie contestaba, lo que se me hizo raro ya que Adam había asegurado que estaría al pendiente de mí llamada. Marqué por segunda ocasión y una mujer me contestó. Por su voz imaginé que tendría unos treinta y tantos años, pero pensar en ello no tenía mucha relevancia, lo que debía hacer era contactar con afán a Adam. 

-Hola, ¿este es el número de Adam Wilson? Quiero saber si puedo comunicarme con él. 

-sí. Así es. Esta es la residencia de Adam. ¿Para que lo necesita?

-Me llamo Thomas Smith. Soy su terapeuta. -Lo que no era del todo mentira, ya que en algún momento de su vida lo fui-. Hace poco me dejó su número, porque necesitaba decirme algo hoy, pero como no me marcó, decidí llamarlo personalmente. 

-Así que no se enteró...

-¿A qué se refiere? 

-Emm... No sé cómo decirle esto. Adam se suicidó a las horas de la madrugada. 

La noticia me tomó por sorpresa. Él era el eslabón entre William Lovery y yo, y ahora estaba muerto. Dejé el teléfono un momento sobre la mesa ya que la reparación me pesaba. Traté de disimular ese revoltijo de emociones y sujeté el teléfono de nuevo 

-¿Qué? No puede ser... esto tiene que ser un error. Nunca presentó indicios de depresión y mucho menos de intentar culminar con su vida. 

-Bueno, al parecer era todo lo contrario a su diagnóstico. Se quitó la vida con un cinturón de cuero. Además había un tarro de fármacos semi vacío. ¿Usted le formulaba algún tipo de fármaco? 

-Vera... No puedo hacer ello. Me enfatizo más en deconstruir a mis pacientes por medio de la palabra. No se me permite recetar. 

-Bueno, será mejor que venga acá. Lo espero en cuarenta minutos. 

-¿En dónde?

-A dos cuadras de Boulevard Rose. Podrá notar la ambulancia afuera de una casa color esmeralda. Puede que usted entienda la carta que dejó. 

-¿Dejó una carta? ¿Qué dice? Más bien ya voy para allá. Nos vemos en cuarenta minutos. -Colgué y me recliné en la silla mientras me llevaba las manos al rostro. No podia creer lo que estaba sucediendo. Necesito saber con exactitud qué sucedió. También que dejó en esa nota de suicidio, tal vez sea una pista sumamente importante de lo que debo hacer. 

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