—Buenos días, Alfas —dijo David—. Tiempo sin saber de ustedes. ¿Cómo están mis nietas?
—Alfa —dijo Alan—, sabes lo que pasa cuando le quitan el pie de la cabeza a un lobo.
—O cuando tocan a una mate a una destinada por la luna —añadió Erik.
Moisés intervino.
—Yo sí sé. El que toca a la mate, un compañero debe morir.
—Qué observador eres, Alfa —dijo Sam—. ¿Sabes qué dijo su nieta, David?
—Bueno, para ser más específico —dijo David—, Sofía dijo: "No me pueden tocar. Creen que pueden venir a amenazarme". Gruñí. "Ustedes no tienen ni a sus lobos. ¿Qué creen que hacen?". Además, Sofía es una desobediente. No le crean a ella nada. Nosotros no tenemos nada que ver con su compañera. Además, respeten a mis nietas. Ellas son las lunas de la manada Luna de Plata.
Sam se acercó al hombre desesperado.
—Shhhhh —dijo—. ¿Quién dijo que no tenemos la fuerza?
David se transformó, pero los trillizos ya le habían clavado una daga de plata.
—Quieres ver tu garganta —dijo Erik—. Pero sería demasiado fácil