Capítulo 44

Creo que he dormido demasiado, y por cómo se ve iluminado adentro y afuera de la ventana, debe ser bastante tarde.  «Pero es domingo», me digo volviendo a enroscarme con la sábana. Oliver no está en la cama, por lo que debe andar afuera.

¿O se habrá ido?

No lo creo.

Sonrío un poco avergonzada recordando lo que pasó en la madrugada. Fue intenso, pero no me disgustó para nada. Además, que Oliver, a su modo, sabe cómo hacerte disfrutar.

¡Cielos!

 Aun no quiero pensar que me estoy acostumbrando a esto…, o a… él. La puerta se abre en medio de esta diatriba de pensamientos, e indudablemente es él. Trae una bandeja y la coloca junto a mí.

―¿Qué? ―pregunta algo gruñón cuando me le quedo mirando.

Tal vez es por mi expresión de sorpresa.

―¿Me estás consintiendo?

―Digamos que soy un amable caballero.

―En ese caso, gracias por traerme café, caballero ―digo y él sonríe negando con su cabeza.

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