Rosa…
Le di un sorbo a mi vino, sin saber qué decir. ¿De qué hablamos? Quiero decir, soy su empleada; de lo único que podemos hablar es de trabajo, ¿no?
“¿Qué te parece el vino?”.
Miré a Ashton y respondí: “Sabe bien. Gracias por invitarme. Supongo que quieres hablar de la reunión que tuvimos esta mañana”.
Sacudió la cabeza. “No, no quiero hablar de trabajo. Vine aquí a relajarme y quería invitarte”.
Lo miré con confusión. “Pensaba…”.
Y él me interrumpió: “Sin peros, para ser sincero quiero conocerte mejor y la única forma de hacerlo es sacándote a pasear”.
Oh, no esperaba que fuera tan sincero.
“Bien, ¿qué quieres saber?”, pregunté, sintiéndome un poco insegura de si debía contarle algo personal.
“Puedes empezar por decirme por qué estabas llorando esta mañana”.
Se me abrieron mucho los ojos cuando dijo esas palabras. No podía decirle que lloraba por mi pronto ex-marido.
“Oh, en realidad no era nada”.
Me miró con el ceño fruncido. “Me di cuenta de que estabas enfadada, pero