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El punto de vista de Sofía.
Podía sentir la preocupación de Ian cuando ambos entramos en el reino de los vampiros. Yo también estaba preocupado. Diablos, tenía miedo de enfrentarlos. Pero Ian estaba sosteniendo mi mano con fuerza, dándome todo lo que necesitaba para no darme la vuelta y correr de regreso al portal. Él me dio fuerzas.
Su rostro reflejaba una máscara de calma, pero lo conocía lo suficientemente bien como para sentir la tormenta que se avecinaba bajo la superficie. No se trataba sólo del embarazo; se trataba de poder, de control y del futuro del reino.
El gran salón era tan intimidante como siempre, con sus altos y oscuros arcos y sus antorchas parpadeantes proyectando largas sombras. Los miembros del consejo ya estaban sentados en sus posiciones habituales, con ojos fríos y calculadores. No perdieron el tiempo en bromas. En el momento en que cruzamos las puertas, Viktor, por supuesto, fue el primero en hablar.
“Ian. Sofía”. Su tono era cortante y su expresión severa