AMBER.
- Levántate mujer. – siento como retiran la sabana que cubría todo mi cuerpo, las cortinas de la mi habitación son rodadas dejando entrar toda la luz matutina.
- Déjame. – meto mi cabeza debajo la almohada.
- Deja de ser una holgazana. – me toma de las piernas y me jala por toda la cama.
- ¡Rebeca! – hago pucheros. – quiero seguir durmiendo, no logre conciliar el sueño anoche.
- ¿Qué hiciste? Porque que yo recuerde dejamos de hablar porque tenías sueño.
- No seas mal pensada mujer. – digo mientras me levan