Christian se aleja conmigo después de darle una seria mirada de advertencia a Luis, me pareció, y me lleva por el brazo hacia el elevador, mientras puedo sentir la mirada de odio de Luis, clavada en mi espalda. Entramos en el ascensor, y muy a mi pesar, tiemblo del susto. Mi jefe me mira, sé que se ha dado cuenta de mi estado de nerviosismo, pero no dice nada, cosa que le agradezco. Llegamos al último piso. Me pide que lo acompañe a la cocina, me da un vaso de agua que tomo sin protestar. Lo veo como se mueve, haciendo un café.
—¿Tomas café? —pregunta amablemente.
—No señor, no tomo. Pero muchas gracias —Respondo de la misma manera.
—¡Yo no puedo vivir sin una taza de café en la mañana!