Con esfuerzo y lucha torpeza, arreglo el reloj, aunque Cleo me dice que no es un buen regalo para una persona tan fría y seria como el alfa de una manada con fama de ser despiadada.
— No se ve tan hermoso como en las fotos que use de ejemplo, por lo menos se ve como un buen ramo — digo suspirando profundo. — Sigo creyendo que es un mal regalo — dice Cleo y yo niego. — Es mejor. Así, no le estaré dando algo que alguien más le dio en el pasado — digo y le entrego el ramo a Cleo. — ¿Por qué me lo entrega? — Pregunta Cleo y yo sonrío. — Porque serás quien se lo lleve — digo de inmediato y ella niega retrocediendo. — No, claro que no. No quiero morir tan joven — dice Cleo y yo la miro fijamente. — No seas cobarde, eres una loba. No eres frágil — digo y ella me o