—Buenos días. —Dijo Rodrigo. Ángela estaba muda, Alberto le dijo a su esposa:
—Te presento a Rodrigo Salvatierra.
—Mucho gusto señora. —Él le dio la mano.
—Encantada, pase y siéntese.
Rodrigo apenas miraba a los demás por un segundo y después volvía su mirada hacía Ángela. Era imposible decir que no estaba enamorado de ella, Regina se percató de ello. Alberto le dio un beso en la mejilla a Ángela y después miró a Rodrigo.
—Hija, Rodrigo ya está al tanto de todo, solo queda dejar que ustedes dos hablen a solas, no sé dónde prefieres hacerlo.
—Aquí está bien papa.
—Bueno, entonces Regina y yo nos retiramos.
Ellos se fueron arriba y Regina le preguntó:
—