—Tendremos que aplazar un poco mi engordamiento —bromeó ella y se acercó con paso infantil—. Vamos a ir a muchas catas este año, amorcito, y no puedo beber vino si… ya tú sabes.
—Entiendo, entiendo —respondió él y la recibió entre sus brazos cuando ella se lanzó a su cuerpo masculino—. Papá, aún estás a tiempo de cambiar las cosas.
El hombre escuchó las palabras seguras de su hijo con los ojos abiertos de par en par y una sensación nueva recorrió cada esquina de su cuerpo.
—¿Lo estoy? —preguntó aún avergonzado.
—Sí, suegro, aun lo está —interfirió Margarita—, pero no con su esposa, ella reto